Contra el racismo y en defensa de los mexicanos en Texas en el siglo XIX
El 16 de mayo de 1824 nació, en Camargo, Tamaulipas, Juan Nepomuceno Cortina Goseacochea. Su familia, asentada en la llamada “frontera chica”, una comarca irrigada por los ríos Bravo y San Juan, se dedicaba a la ganadería. Sin embargo, el universo bucólico de Cortina sería trastornado por dos eventos: en 1836, los colonos angloamericanos de Texas, azuzados por Estados Unidos, habían logrado, luego de la batalla de San Jacinto, su independencia de México. Exacerbado por el triunfo, el militarismo angloamericano reclamó el río Bravo como su frontera sur. Asimismo, indígenas comanches y kiowas incursionaban en la parte baja de dicho afluente.
Estos acontecimientos provocaron que la región comprendida entre San Antonio (Texas) y el río Bravo se convirtiera en escenario de una guerra de baja intensidad. Por lo tanto, Cortina se enlistó en la Guardia Nacional de Tamaulipas y, a pesar de ser analfabeto, se le otorgó el grado de cabo en la compañía Defensores de la Patria. Su amor por México sería puesto a prueba por una nueva amenaza proveniente del norte.
La invasión
En octubre de 1844, James Polk ganó la elección presidencial. El exgobernador de Tennessee preconizaba el expansionismo estadounidense en dos ejes: el avance en el territorio de Oregón y la anexión de Texas.
Polk, merced a maniobras diplomáticas y militares, logró un doble objetivo con respecto a Texas: evitar su permanencia como república independiente y anexar el “Estado de la Estrella Solitaria” a la Unión Americana. Sin embargo, la propuesta del mandatario estadounidense de comprar los territorios de la Alta California y Nuevo México fue rechazada por México.
Entonces, el gobernante estadounidense decidió emplear la fuerza para lograr sus objetivos expansionistas y tomó tres decisiones: el despliegue del general Zachary Taylor hacia el río Bravo, el bloqueo naval de la desembocadura del río Bravo y la construcción delbaluarte Fuerte Texas en la ribera opuesta a Matamoros, Tamaulipas.
Los acontecimientos se precipitan: el 23 de abril de 1846 México le declara la guerra a Estados Unidos; dos días más tarde, una patrulla estadounidense es emboscada en Rancho de Carricitos. El resultado: once soldados estadounidenses muertos. Luego, el 3 de mayo la artillería mexicana lanza un bombardeo masivo contra Fuerte Texas. Entonces, Taylor ordena el avance rumbo al sur para enfrentarse al Ejército del Norte mexicano, comandado por Mariano Arista.
El 8 de mayo, Arista interceptó a Taylor en la llanura costera de Palo Alto. Las fuerzas mexicanas, entre las cuales se encontraba el sargento Cortina, tenían ventaja numérica sobre los estadounidenses. Sin embargo, los invasores contaban con un as bajo la manga: la “artillería volante”, a caballo, cuyo diluvio de metralla forzó la retirada de Arista.
Al día siguiente, los dos bandos se encontraron en Resaca de la Palma. La artillería mexicana, cubierta por un denso chaparral, detuvo el avance estadounidense. A continuación, siguió un ataque combinado de la caballería e infantería norteamericana, circundado por un cendal de humo de pólvora. Al final, los mexicanos se retiraron abandonando la impedimenta, el escritorio de Mariano Arista y un objeto sagrado para Cortina y los tamaulipecos: el lábaro acribillado del Batallón Tampico.
El 13 de mayo de 1846, Polk, con el pretexto de que “México había derramado sangre estadounidense en suelo estadounidense”, declaró la guerra. Entonces, el “exterminador de indios y tenedor de esclavos anglosajón” no cejó en su empeño de ver ondear el pendón de las barras y las estrellas sobre el Palacio Nacional de México, evento que ocurrió el 14 de septiembre de 1847.
El Tratado de Guadalupe Hidalgo
“En el nombre de Dios Todopoderoso: los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América” signaron, el 2 de febrero de 1848, el Tratado de Guadalupe Hidalgo. El acuerdo estipulaba que México cedía la Alta California, Nuevo México y el terreno entre los ríos Nueces y Bravo. Por último, la línea divisoria quedó marcada por los ríos Bravo y Gila.
Asimismo, el convenio incluía dos apartados que protegían los derechos de los mexicanos que permanecieran allende el río Bravo: el artículo VIII decía que los que tuvieran propiedades “disfrutarán respecto de ellas tan amplia garantía, como si perteneciesen a ciudadanos de los Estados Unidos”; y el artículo IX indicaba que los “que en los territorios entredichos no conserven el carácter de ciudadanos de la República Mexicana […] serán incorporados en la Unión de los Estados Unidos” y gozarán “de la plenitud de derechos de ciudadanos de dichos Estados Unidos”.
Una sociedad agresiva y racista
Al terminar la guerra, Cortina se estableció en Rancho del Carmen, ubicado a catorce kilómetros de Brownsville, Texas, en el condado de Cameron. Pronto se inmiscuyó en la política local y se convirtió en el hombre que, a través de la vía legal, pretendió canalizar las aspiraciones y agravios de los mexicano-estadounidenses, quienes se enfrentaron al despojo sistemático de su patrimonio, catalizado por el desconocimiento del idioma inglés y del derecho anglosajón, así como por el racismo institucionalizado.
En 1850 Cortina envió un pliego petitorio al Congreso de Estados Unidos para solicitar la creación de un territorio autónomo en la región sur de Nuevo México y el territorio del río Grande. La propuesta fue rechazada. En 1852 la legislatura de Texas sancionó una ley que avalaba las concesiones de tierras conferidas por los gobiernos español y mexicano. Sin embargo, en 1855, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos decidió que el artículo VIII del Tratado de Guadalupe Hidalgo no era aplicable a Texas porque esta entidad había sido anexada antes de la guerra con México.
Al mismo tiempo, la agresividad texana no cesaba: en marzo de 1853, filibusteros texanos ocuparon Reynosa, Tamaulipas; luego, en octubre de 1855, esclavistas, apoyados por los Rangers de Texas, saquearon Piedras Negras, Coahuila. En 1856, varios condados expulsaron a los mexicanos porque supuestamente ayudaban a los esclavos fugitivos. Por último, en 1857, estalló la Guerra de las Carretas, conflicto provocado porque los angloamericanos deseaban eliminar la competencia de los mexicano-estadounidenses en el servicio de transporte entre el golfo de México y San Antonio.
Para Cortina, la encarnación de la Texas angloamericana, agresiva y racista era Adolphus Glavecke, un individuo casado con la viuda de uno de sus primos y quien ejercía una influencia perniciosa sobre su madre, María Estéfana Goseacochea. Glavecke, quien era concejal y amigo del juez del condado de Cameron, acusó a Cortina de abigeato. Esto provocó un odio incandescente entre ambos personajes.
El cenit de Cortina
En marzo de 1859, el comandante del 8° Distrito Militar, David E. Twiggs, ordenó la evacuación de Fort Brown (Brownsville), Fort McIntosh (Laredo) y Ringgold Barracks (Río Grande City). El ejército estadounidense se replegó hacia Fort Duncan (Eagle Pass). Esta decisión tendría repercusiones en la estabilidad fronteriza.
A continuación vendría el rompimiento entre Cortina y la sociedad angloamericana de Brownsville: el 13 de julio de 1859, el militar tamaulipeco evitó que el alguacil Robert Shears golpeara a un antiguo vaquero suyo, Tomás Cabrera. El policía insultó a Cortina, quien respondió hiriéndolo en el hombro. El tamaulipeco, tras montar a Cabrera en su caballo, salió a galope del pueblo y prometió vengarse.
A las cuatro de la mañana del miércoles 28 de septiembre de 1859, el sosiego de Brownsville fue roto por los gritos de “¡Viva Cheno Cortina!”, “¡Viva la República Mexicana!” y “¡Mueran los gringos!”. Cortina colocó centinelas en varias esquinas y luego ordenó buscar y ejecutar a tres individuos que habían asesinado a mexicano-estadounidenses: George Morris, William P. Neale y Robert J. Johnston. Sin embargo, no pudieron encontrar a Adolphus Glavecke.
Por su parte, Cortina, tras ordenar la requisición de armas y munición, recibió a una delegación mexicana, que lo convenció de retirarse. El 30 de septiembre emitió su proclama: “Nuestro objetivo, como se ha visto, ha sido castigar a nuestros enemigos por su villanía, que hasta ahora había permanecido impune. Se habían confabulado para formar, por así decirlo, una inquisición pérfida para perseguirnos y robarnos sin motivo, y sin que hubiésemos cometido otro delito que el de tener origen mexicano”.
Los ciudadanos de Brownsville formaron un Comité de Seguridad, el cual decidió solicitar ayuda estatal y federal; formar la milicia, apodada los “Tigres de Brownsville”; y requerir la ayuda de la guardia de Matamoros. Por un momento, la situación pareció estabilizarse. Sin embargo, un hecho cambió la situación: un pelotón comandado por el alguacil Robert Shears capturó a Tomás Cabrera. Al enterarse, Cortina enfureció y demandó la liberación de su ayudante. Los oficiales del condado de Cameron rehusaron la petición y Cortina volvió a cruzar el río Bravo.
A la sazón, una fuerza compuesta por los Tigres de Brownsville y la guardia de Matamoros fue sometida por Cortina, cerca de Rancho del Carmen. Entonces, su prestigio alcanzó el cenit: decenas de reclutas afloraron hacia sus filas.
El 16 de noviembre, una turba sacó a Tomás Cabrera de la cárcel de Brownsville y lo linchó. En los días siguientes, Cortina derrotó a los Rangers de Texas en Palo Alto y Rancho del Carmen. Posteriormente, Cortina solicitó al gobierno estatal, a nombre de “todos los habitantes mexicanos del estado de Texas”, defender los intereses de sus representados.
La batalla de Rio Grande City
Para remediar la situación, el general David E. Twiggs envió al mayor Samuel P. Heintzelman rumbo a Brownsville e informó a Washington –basado en la información proporcionada por el defenestrado gobernador de Nuevo León y Coahuila, Santiago Vidaurri– de las intenciones de Cortina.
Bajo una tormenta de nieve, la columna de Heintzelman atravesó el desierto Wild Horse. El 5 de diciembre de 1859 las tropas estadounidenses entraron a Brownsville. En los siguientes días, Heintzelman reconoció el terreno, recopiló información sobre Cortina y fue reforzado por los Rangers de Texas, comandados por John Salmon Rip Ford. El 14 de diciembre, Cortina y Heintzelman chocaron en El Ebonal. El soldado tamaulipeco fue derrotado y se replegó hacia Rio Grande City.
El 27 de diciembre ocurrió, en esta última ciudad, el encuentro decisivo: una maniobra envolvente de los Rangers de Texas silenció la artillería de Cortina, aunque Rip Ford fue herido. A continuación, la caballería mexicana, animada por los gritos de “¡Viva Cortina!”, se abalanzó sobre los Rangers, quienes la rechazaron. Entonces Heintzelman arribó con las tropas estadounidenses y dispersaron a Cortina, quien perdió sesenta hombres y todo su equipo bélico.
Desenlace fronterizo
En febrero de 1860, el gobierno estadounidense designó a Robert E. Lee como comandante temporal del Departamento de Texas y le dio una instrucción precisa: neutralizar a Cortina, aunque esto significara cruzar el río Bravo. Mientras Lee se desplazaba rumbo a la frontera, los Rangers vencieron a Cortina en La Bolsa y La Mesa e intentaron allanar, en abril, Reynosa, pero fueron rechazados por los vecinos.
Para disminuir la tensión en la región del río Grande, Lee tomó dos medidas. Primero, notificar a las autoridades mexicanas que “deben dividir y dispersar a las bandas de bandoleros, que están relacionadas con las depredaciones y que han buscado protección en el territorio mexicano”. Segundo, despedir a los Rangers de Texas, quienes eran la punta de lanza del gobernador Sam Houston y sus aliados, la sociedad secreta de los Caballeros del Círculo Dorado, para lograr su objetivo esotérico: invadir México para crear un protectorado al sur del río Bravo.
La presión mexicano-estadounidense obligó a que Cortina se refugiara en las montañas de Burgos, Tamaulipas. Poco después, el soldado se rebeló en 1861, pero fue derrotado. A continuación, participó en eventos clave de la historia de México: luchó contra la intervención francesa; colaboró brevemente con Maximiliano de Habsburgo; volvió a chocar con los franceses; defendió a Benito Juárez durante la rebelión de 1869-1870; y luego Porfirio Díaz, presionado por los estadounidenses, lo mantuvo bajo arresto domiciliario hasta su muerte, acaecida el 30 de octubre de 1894.
Finalmente, en la memoria colectiva de muchos mexicanos y estadounidenses de origen mexicano, el aguerrido Juan Nepomuceno Cortina pagó “las ofensas” de los angloamericanos “con balas en las tripas” porque traía “para los gringos pistola y doble freno” y siempre fue “un hombre entre los hombres para defender la raza”, como se oye en el corrido de Rafael Elizondo que ha sido interpretado por Óscar Chávez.