¿Cuál es la joya virreinal de Oaxaca?

El grandioso convento de Santo Domingo
Israel Hernández Ortega

 

El primer edificio religioso en Oaxaca

El convento de San Pablo fue el primer edificio religioso construido en la antigua Antequera. Sin embargo, con el paso del tiempo, su extensión original se redujo. A mediados del siglo XIX, el ayuntamiento decidió dividirlo para abrir la continuación de la otrora calle San Pablo, hoy Manuel Fernández Fiallo. Luego empezaron a construirse varios inmuebles alrededor de él, entre ellos el Teatro Macedonio Alcalá, edificado a principios del siglo XX.

Con su restauración, emprendida ya en el siglo XXI, fue convertido en el Centro Cultural San Pablo, inaugurado en 2011. Además de recuperar el templo y el antiguo convento, se logró reabrir el viejo callejón de San Pablo, mediante el cual, en tiempos de los dominicos novohispanos, se tenía acceso al recinto religioso.

 

 

Cuando los frailes dominicos llegaron a Nueva España en 1526, iniciaron la edificación de sus primeros recintos, tanto en Ciudad de México como en los pueblos aledaños. Hacia 1528 arribó un segundo grupo de estos religiosos y entonces fue posible la incursión hacia el sur, en los actuales estados de Puebla y Oaxaca. En este último comenzaron la construcción, hacia 1529, de un templo rudimentario elaborado con muros de adobe al que se le nombró Soriano, el cual se convertiría años después en el antecedente directo del convento de Santo Domingo.

 

A paso lento y entre sismos

 

La edificación de este inmueble en la antigua ciudad de Antequera, hoy Oaxaca, fue posible gracias a la donación, el 24 de julio de 1529, de doce solares por parte del cabildo en favor de los dominicos, quienes durante algunos años le hicieron ampliaciones y luego lo nombraron convento de San Pablo.

 

Los constantes sismos de la región pronto le causaron graves daños al convento de San Pablo y, aunque se intentó repararlo, en marzo de 1604 un temblor del que “de los escombros se levantó una nube de polvo que envolvió a toda la ciudad”, obligó a los dominicos a trasladarse temporalmente a otro de sus recintos ubicado en Cuilapan. Al retornar a la ciudad decidieron habitar el convento de Santo Domingo de Guzmán, que había iniciado su construcción con veinte reales entre los años 1570 y 1575, en un terreno que el ayuntamiento también les había otorgado en 1550.

 

Aparte de considerar los sismos, el principal motivo para la edificación del convento de Santo Domingo de Guzmán fue que el de San Pablo resultaba insuficiente para atender las necesidades de los religiosos. La majestuosidad del nuevo inmueble tenía el objetivo de convertirlo en la sede de la provincia de San Hipólito Mártir y con ello separarse de la de Santiago de México, cuya diócesis era la capital novohispana.

 

La ocupación del conjunto arquitectónico acaeció el 23 de junio de 1608, pese a que todavía no se había concluido. Las obras continuaron por varias décadas, fuera por ampliación o adecuación: el coro se levantó en 1612; la escalera monumental, los campanarios, el claustro alto, la fachada de la iglesia y su decoración se terminaron durante el siglo XVII, mientras que la capilla del Rosario se concluyó en el XVIII.

 

En cuanto al retablo que exhibe el templo, el actual data de 1956 y es el cuarto que se ha elaborado. El primero fue manufacturado en 1612, probablemente en la capital novohispana. Su autoría se atribuye al conocido pintor virreinal Andrés de la Concha, aunque algunos estudios recientes lo ponen en duda debido a que falleció justamente en 1612. Haya sido elaborado por él o no, lo cierto y lamentable es que de aquella   obra no se ha encontrado registro alguno.

 

Por su deterioro, el primer retablo fue sustituido en 1681 por otro que permaneció en buen estado hasta 1869. Con el tiempo también se dañó, por lo que se hizo un tercero que no fue del agrado de los oaxaqueños y terminó siendo removido. Entonces se mandó a hacer el que hoy luce majestuosamente.

 

Un espacio sorprendente

 

Debido a que el inmueble sería sede de la provincia de San Hipólito Mártir, fue dotado de vastas áreas cuya extensión ascendió a cuatro manzanas.

 

El templo posee una fachada conformada por tres cuerpos principales flanqueados cada uno por dos pares de columnas estriadas y con capiteles de estilo corintio. En el primero se localiza el acceso principal por medio de una puerta con un arco de medio punto, así como unas esculturas de San Pedro y San Pablo. El segundo exhibe dos figuras que representan a Santo Domingo y San Hipólito; ambos sostienen la provincia simbolizada por la escultura de un templo y, sobre ella, el Espíritu Santo. En el tercero, solo existen dos hornacinas que flanquean la ventana del coro.

 

El remate de la fachada presenta el escudo de la orden dominica, enmarcado por tres estatuas que simbolizan la Fe, la Esperanza y la Caridad. Lo anterior está flanqueado por las torres que soportan los campanarios, cuya composición consta, cada una, de ocho pares de columnas distribuidas en los cuatro costados y rematadas con pináculos. Las torres se coronan con su respectiva cúpula adornada con azulejo; sobre esta, una linternilla y su veleta culminan la cúspide del templo.

 

Respecto al convento, toda su organización arquitectónica partía del eje oriente-oeste, en correspondencia con las celdas de los frailes, lo que dividía al conjunto en dos zonas: norte y sur; la primera se destinó para la vida provincial y en la otra se localizaban las áreas de uso cotidiano. De este modo, las crujías delimitaban y daban forma a los cinco patios de todo el inmueble: del claustro, de la sacristía, de servicio, de estudios y de novicios. Los tres primeros eran de uso conventual; los dos restantes, provinciales.

 

En la planta baja del área norte se construyeron el oratorio de novicios, las aulas y su respectivo corredor, un aula magna y la hospedería; en el segundo nivel, las celdas de los novicios y provinciales, además de la celda del superior provincial y salones. En cuanto a los servicios conventuales ubicados al sur y en torno al templo, se edificó en la planta baja la portería, las salas Capitular y De Profundis, el refectorio, la cocina, la capilla del Rosario, así como una sacristía y oficinas con sus respectivos vestíbulos. En la planta alta se alzaron la celda del prior, celdas de frailes y enfermos, una botica y la Sala de Domina.

 

Además, la edificación contaba con dos miradores con vista al oriente; uno para la enfermería y otro para los provinciales. La fachada de ambos tiene cuatro columnas adosadas a los muros, dando forma a una pequeña galería de tres arcos con sus respectivas bóvedas que, al encontrarse con una cuarta, crean una cubierta de bóvedas de arista.

 

Existió también una pequeña terraza para los novicios, cuya vista al oriente es parcial debido a que se interrumpe por el cuerpo de los salones. Las cubiertas del edificio fueron resueltas con bóvedas, que también se encuentran en los corredores y la escalera monumental.

 

 

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