Casi en el olvido el gran caricaturista Mariano Martínez Vizuet

Retrató a la sociedad regiomontana y fue maestro de artistas

Enrique Tovar Esquivel

 

Apenas llegó a la capital nuevoleonesa, se acercó a ofrecer sus servicios a la revista Zig-Zag, publicación que aparecía todos los domingos y cuyo director era el señor Héctor González, quien observó sus virtudes como dibujante y lo contrató inmediatamente. González afirmaba que antes de conocerlo no sabían en Monterrey lo que era un dibujante, “pues en estas tierras, donde hay maestros de la industria y del comercio, los practicantes del arte son productos exóticos, de quienes solo se tienen remotas y agradables referencias, sacadas de las páginas de alguna revista o de algún libro buenamente llegado de alguna misteriosa ciudad lejana”. Era un halago exagerado que solo demostró la buena impresión que le provocó, pues vio en el dibujante a una persona que “siente la emoción estética de modo personal”.

 

 

El historietista mexicano Gabriel Vargas, ampliamente conocido por su historieta La Familia Burrón, comenzó a trabajar como dibujante en el periódico Excélsior en 1931, cuando apenas tenía dieciséis años de edad, gracias a dos cartas de recomendación que le extendió el doctor Alfonso Pruneda, quien era entonces director de Cultura del Instituto Nacional de Bellas Artes, toda vez que rechazó de este último una beca para estudiar dibujo y pintura en Francia.

 

La primera de ellas estaba dirigida a Ernesto García Cabral y la segunda a Mariano Martínez Vizuet. “Ambos trabajaban en Excélsior y eran muy famosos en esa época”, recordaría Gabriel Vargas al ser entrevistado en 1987 por Carolina Velázquez. Al ingresar al diario, Martínez Vizuet tomó bajo su tutela a Gabriel Vargas.

 

Ernesto García Cabral fue un caricaturista que ha merecido el reconocimiento público en los últimos años, pero Mariano Martínez quedó casi en el olvido en la historia en México, no obstante que fue el maestro de Vargas.

 

Caricaturista por accidente

 

Son escasos los datos del ilustrador y caricaturista. Se tiene noticia de su nacimiento ocurrido en la capital de México el 16 de diciembre de 1895 y de que murió en la misma ciudad, aunque no hay una fecha precisa.

 

Rafael Heliodoro Valle apuntó que en la década de 1910 existió en la capital del país una revista llamada Ypiranga, dirigida por Luis Melgarejo, “donde sobresalieron las firmas de dos dibujantes serios: Mariano Martínez y Fernando Bolaños”. Agregó que estos cultivaron la caricatura accidentalmente.

 

Acaso esa sea la primera revista en la que Martínez Vizuet participó en calidad de dibujante, aunque no permaneció en ella por mucho tiempo. En 1912 se ven algunas de sus ilustraciones en el diario maderista Nueva Era. Más tarde, la inestable situación política nacional que derivó en el golpe militar concretado entre el 9 y 19 de febrero de 1913 contra el gobierno del presidente Francisco I. Madero, motivó el traslado de Mariano a Monterrey.

 

Estancia en Monterrey

 

Apenas llegó a la capital nuevoleonesa, se acercó a ofrecer sus servicios a la revista Zig-Zag, publicación que aparecía todos los domingos y cuyo director era el señor Héctor González, quien observó sus virtudes como dibujante y lo contrató inmediatamente. Le sorprendía sobremanera “su simpática figura de adolescente”, además de ser un muchacho guapo, alegre, inteligente y sencillo.

 

Martínez llegó en “uno de los negros días de la Decena Trágica” y comenzó su participación en Zig-Zag a partir del 23 de febrero, al contribuir con la portada donde aparece el retrato del general Félix Díaz y en páginas interiores el retrato del “nuevo presidente” Victoriano Huerta, ambos protagonistas del golpe contra Madero. En ninguno de los casos pretendió hacer una caricatura de ellos, sino una representación fiel de sus rostros.

 

González afirmaba que antes de conocerlo no sabían en Monterrey lo que era un dibujante, “pues en estas tierras, donde hay maestros de la industria y del comercio, los practicantes del arte son productos exóticos, de quienes solo se tienen remotas y agradables referencias, sacadas de las páginas de alguna revista o de algún libro buenamente llegado de alguna misteriosa ciudad lejana”. Era un halago exagerado que solo demostró la buena impresión que le provocó, pues vio en el dibujante a una persona que “siente la emoción estética de modo personal”.

 

El director de Zig-Zag apuntaba que Martínez poseía en su lápiz una agilidad que “pocos italianos y yanquis” que estuvieron o radicaban en Monterrey podían igualar. Recordó que en sus días de juventud conoció a un pintor estadounidense que se daba el título de “artista relámpago” y quedó pasmado delante de aquel pincel “que pintaba el mismo paisaje todo el día con rapidez casi vertiginosa”. Sin embargo, vio en Mariano a un dibujante de talento “que no hace bombo de droguero de plazuela, he hecho comparaciones y he visto la inmensa superioridad técnica de este muchacho mexicano sobre los tratantes del arte”.

 

Martínez manejaba varias técnicas de dibujo: a pluma, carbones y acuarela. Su mayor producción fue el dibujo a pluma, aunque era maestro en el dibujo a carbón y sus acuarelas eran “deliciosos poemas de color”.

 

“Dibuja, a las veces, burla burlando”

 

Mariano Martínez era observador y podía repentinamente encontrar en un personaje motivos para representarlo en un papel: “dibuja, a las veces, burla burlando”; esto es, que sorpresiva o inadvertidamente podía realizar una caricatura mientras compartía una plática con alguien. Salían así traviesas caricaturas de su inquieto lápiz.

 

Un ejemplo de ello ocurrió en la oficina de la redacción de Zig-Zag en 1912. Estaban en amena charla el director de la revista, el joven dibujante y el capitán segundo táctico de artillería Enrique Gorostieta, regiomontano. Mientras platicaban, Mariano tomó un lápiz y vertiginosamente trazó unos rasgos en el primer papel que encontró sobre una mesa. En seguida cogió un pincel fino y “hurgó en la pequeña caverna del tintero”; manoteó sobre el papel y antes de dos minutos les mostraba “una caricatura primorosa”. Al verla, el capitán Gorostieta le preguntó “con cierta rudeza cariñosa: ¿No anda usted solo de noche?”. No era para menos, pues lo mostró como un hombre de perfil, medio encorvado, con nariz aguileña, barbilla exagerada y mirada lánguida, vestido de paisano y con una formación de soldados al fondo.

 

Así de ágil era su pluma y con esa misma habilidad dibujó innumerables caricaturas de los hombres fuertes de Nuevo León; entre ellos, el alcalde de Monterrey Gregorio D. Martínez y el gobernador de Nuevo León Salomé Botello, mismas que aparecieron en Zig-Zag, donde además se agregaban sus respectivas fotografías.

 

Realizó un amplio trabajo en la representación de personajes destacados de la vida política y militar regiomontana, desde periodistas, poetas y artistas, hasta empresarios y generales. Cabe destacar que, en el material revisado, no hay caricaturas de mujeres o religiosos.

 

Fueron muchos los personajes de la sociedad de Monterrey caricaturizados por su pluma, como el aristócrata Reinaldo Berardi y Gómez, el artista Daniel Zambrano, los doctores A. Cantú Jáuregui, Francisco R. Canseco y Mariano García Sepúlveda; los generales Fernando González, Fernando Trucy Aubert, Guillermo Rubio Navarrete, Jerónimo Treviño y José María Mier; los ingenieros Genaro Dávila y Gustavo Treviño; los señores José Rivero, Leopoldo Zea, Manuel Iglesias, Alberto Pérez Zozaya, Eutimio López Zambrano, Francisco Cavada y Raúl Barragán; el licenciado Isauro Villarreal; los periodistas Enrique Fernández Ledesma y Federico T. de Lachica; el profesor Anastasio Treviño Martínez y el poeta Junco de la Vega, entre otros.