Los años de guerra e invasión estadounidense en México, entre 1846 y 1847, van más allá del fiero avance que realizó su ejército desde la frontera norte o del vigoroso ataque llevado a cabo desde Veracruz hasta la capital mexicana. Si bien esos dos cuerpos del ejército norteamericano terminaron por derrotar a los principales contingentes nacionales armados, también es cierto que la maquinaria de guerra del país vecino desarrolló un plan de ataque casi general que incluyó la toma de California, neutralizar nuestros principales puertos del Pacífico y anular el comercio del golfo de México junto con la posible ayuda que los estados de esa zona pudiesen aportar a la defensa nacional.
Esto no fue improvisado y para llevarlo a cabo se consideró a lo mejor de sus fuerzas navales como apoyo o ejecutores. Uno por uno fueron cumpliendo sus planes y como en un principio tomar el puerto de Veracruz era una tarea bastante problemática, los mandos estadounidenses optaron por enviar al comodoro (capitán con mando sobre varias embarcaciones) David Conner a anular puertos como Alvarado, en Veracruz, y Frontera, en Tabasco, desde donde pequeños navíos podían surtir elementos de guerra provenientes de Cuba y Yucatán.
Al mando de una flotilla compuesta por tres vapores y cuatro goletas, Matthew C. Perry, quien llegaría ser uno de los oficiales navales más respetados en la historia de Estados Unidos, llegó a Frontera, Tabasco, el 23 de octubre de 1846. Sus naves sometieron el puerto y capturaron tres embarcaciones mexicanas. El sentimiento triunfalista se apoderó de los estadounidenses, quienes decidieron aventurarse por las aguas del Grijalva hasta la Villa Hermosa de San Juan Bautista (hoy Villahermosa). La situación parecía pintar excelente para el invasor; sin embargo, en esta ocasión las fuerzas mexicanas estarían sobre aviso. El coronel Juan Bautista Traconis, gobernador y comandante general de Tabasco, realizó en muy poco tiempo un plan notable de defensa y, cuando el día 25 llegaron los estadounidenses, los tabasqueños se dieron todo el valor del mundo para rechazar a los comandados por Perry.
Ante la negativa de una rendición, cosa que Perry señalaba como muy lógica y los tabasqueños como muy cobarde, se procedió a la guerra. Los estadounidenses capturaron varias embarcaciones atracadas a la orilla del Grijalva, convencidos de que los civiles afectados ejercerían presión en el mando mexicano para la rendición de la ciudad. El coronel Traconis no se dejó intimidar y desplegó a sus hombres con mosquetes para contener a la infantería enemiga.
Entonces las naves, enarbolando la bandera de las barras y las estrellas, escupieron fuego con toda su artillería. No era lo mejor de su armada, pero sí superior a los armamentos encontrados en Tabasco. Los escombros volaron por todas partes. Propiedades particulares fueron destruidas. Los ciudadanos y los comerciantes extranjeros comenzaban a temer lo peor, lo cual era la intención de Perry.
La retirada de los invasores
La situación no mejoraba para los defensores. De pronto, la bandera mexicana desapareció: señal inequívoca de que los mexicanos finalmente decidían capitular. O al menos eso pensaron los invasores cuando, con bandera blanca al hombro, se aproximaron a la ciudad con el fin de negociar y para su sorpresa encontraron al gobernador Traconis con cara de pocos amigos. Éste les indicó, con breves palabras y probablemente conteniendo sus ganas de llenarlos de plomo, que la bandera había caído por azar y que no contaba con otra asta, pero que proseguirían el combate una vez que la volvieran a posicionar en todo lo alto. De hecho, algunos relatos cuentan que dio santo y seña de dónde la situaría, por si los enemigos se impacientaban y querían atacar de una vez ese lugar.
Y así fue. El fuego continuó hasta el día siguiente, cuando Perry recibió a una comitiva civil. Ésta le solicitó que dejase de bombardear sin sentido la ciudad, pues intereses de ciudadanos europeos, con toda la respectiva implicación política, estaban en riesgo debido a su ataque. El oficial estadounidense lo pensó mejor.
Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Tabasco repele la invasión de Estados Unidos" del autor Gerardo Díaz Flores, que s epublicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 104.