A comienzos de julio de 1808, el fraile de la Merced, Melchor de Talamantes, se enteró de los sucesos que habían tenido lugar las semanas anteriores en España. El mes de marzo, en Aranjuez, Fernando de Borbón obligó a su padre, Carlos IV, a abdicar, luego de un motín popular que casi le costo la vida a Manuel Godoy, la figura más importante de la monarquía. En mayo, en la localidad francesa de Bayona, Carlos, Fernando y el resto de la familia real, renunciaron a sus derechos a la corona española a favor de Napoleón, que de inmediato la entregó a su hermano José.
Estos acontecimientos serían de enorme trascendencia para la suerte de la América hispana, muy pronto se verían sus consecuencias.
Debido a que las más importantes instituciones de la monarquía titubearon o apoyaron a Bonaparte, los opositores a los franceses se organizaron en juntas provisionales de gobierno. Estas juntas desconocieron la legalidad de las Abdicaciones de Bayona, pues argüían que los monarcas españoles no actuaron libremente. Los levantamientos populares pusieron en jaque a las tropas francesas, pero la proliferación de juntas generó problemas. La resistencia española no se hallaba coordinada y era difícil establecer alianzas con otras potencias, debido a que ninguna junta tenía el reconocimiento de las demás.
Inquietud en la Nueva España
Talamantes supo de inmediato que el futuro de Nueva España estaría determinado por las acciones de su propios habitantes. Aunque la enorme mayoría de la gente aceptaba formar parte de la monarquía española, en un sentido estricto la metrópoli había caído. El mercedario abandonó entonces el trabajo que lo había desvelado en las semanas anteriores: un estudio sobre la frontera de Texas y Estados Unidos. Las ambiciones territoriales de esa república eran una amenaza, pero no la única ni representaba el peligro más grave. A comienzos de 1808 varios navíos españoles habían sido capturados por barcos británicos en el Golfo de México. Los rumores sobre una expedición inglesa cobraron fuerza. Los comerciantes de la ciudad de Veracruz no estaban seguros de que las tropas acantonadas en Perote y en las villas de Xalapa, Córdoba y Orizaba estuvieran capacitadas para defender el puerto. Como buena parte del costo de la defensa de Nueva España había quedado en manos de los comerciantes, exigían prioridad, pero el virrey no estaba dispuesto a arriesgar a sus tropas a las enfermedades que asolaban en la costa.
Talamantes era una persona cercana al virrey, pero no incondicional. Conocía muy bien sus virtudes y sus ambiciones. Iturrigaray sabía rodearse de gente brillante, por eso, impulsó la carrera política de algunos criollos, como Francisco Azcárate y Francisco Primo de Verdad, para que ocuparan cargos en el ayuntamiento de México, a cambio de su apoyo para realizar mejoras urbanas, como ocurrió con su enfrentamiento con el hacendado Gabriel Yermo respecto a la carne que éste introducía en la ciudad. El principal compromiso del virrey era con el fortalecimiento de la monarquía y la defensa de sus dominios, por lo que no dudó en enfrentarse a grupos poderosos. En algunas oportunidades, los integrantes de los consulados de comercio habían elevado sus quejas contra Iturrigaray ante las autoridades metropolitanas, pero Godoy había decidido darle todo su respaldo. Por eso, cuando se recibieron las noticias de su caída, no faltó quien notara al virrey preocupado. Algunas personas consideraban excesivo el protagonismo de Iturrigaray y aprovecharon la ocasión para obligarlo a tomar en cuenta a otras instituciones, como la Real Audiencia de México, máximo tribunal de justicia, encargado también de algunas funciones de gobierno. Fue entonces cuando arribaron las noticias de las Abdicaciones de Bayona. Naide esperaba que Napoleón traicionara de tal manera la alianza que había tenido con los reyes españoles. De inmediato, por toda Nueva España hubo manifestaciones de repudio a los franceses y muestras de respaldo a la Casa de Borbón. Desde Chihuahua hasta Campeche, hubo reuniones en las que participó lo más granado del vencidiario, las corporaciones y "el populacho", lo que no dejó de ocasionar preocupación entre sectores sociales encumbrados.
Esta publicación es sólo un resumen del artículo “La crisis política de 1808" del autor Alfreo Ávila, que se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 3.
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