Fueron de victoria en victoria transformando los gritos de repudio y discriminación en alabanzas y aplausos de los aficionados.
En Estados Unidos el beisbol cobró tal popularidad que pronto fue llamado el rey de los deportes. En ese país se establecieron las reglas para practicarlo y pronto se desarrolló una estructura profesional que sería la más poderosa del mundo. Ahí donde el beisbol es un estilo de vida, un grupo de niños regiomontanos haría historia el 23 de agosto de 1957.
Con el fin de patrocinar a las estrellas del futuro, en el vecino país del norte se crearon ligas menores de beisbol y en 1956 se planteó una reforma que permitía la participación de equipos extranjeros, en particular de mexicanos.
No fue una elección arbitraria o mera voluntad vecinal. El beisbol en México cobró auge de manera impresionante y directivos de los principales equipos del país (sobre todo norteños) llegaron a un acuerdo de afiliación con las ligas menores de Estados Unidos. Tras eliminaciones entre los niños mexicanos, los elegidos para jugar con los pequeños gringos fueron los de la Liga Pequeña Industrial de Monterrey.
Hijos de la clase obrera regiomontana, partieron al vecino país con todo en contra: equipamiento inferior, traslado que no siempre incluía camión e incluso una visa especial de tres días, aunque el torneo duraba mucho más; es decir, poco se esperaba de ellos.
La competencia avanzó y su espíritu de equipo creció. Así, fueron de victoria en victoria transformando los gritos de repudio y discriminación en alabanzas y aplausos de los aficionados. Los pequeños hicieron la enorme hazaña de llegar a la final que se jugó contra el potente equipo californiano de La Mesa. Se narra que la diferencia corporal con los mexicanos era notable; sin embargo, lo mágico del beisbol es que importa más la habilidad.
Primera entrada de nervios, los equipos no se hacen daño. Segunda entrada, igual. Transcurre el juego y para la novena entrada los mexicanos ya suman cuatro carreras. Sin proponérselo, el lanzador mexicano está a un out de ganar un juego sin hit ni carrera: un juego perfecto. Ángel Macías lanza la bola. Ante los ojos de miles de aficionados consigue lo que nunca se ha repetido en esa liga. ¡Gritos de los pequeños, abrazos del entrenador, victoria mexicana!
Los pequeños son reconocidos por toda la nación estadunidense y recibidos en persona por un señor de apellido Eisenhower, ¡el presidente los abraza y reconoce la victoria en el juego más popular de su país! México entero se vuelve fan de los que regresaron a su patria ya no cruzando un puente fronterizo, sino en avión y directo a la capital de la República para recibir el mismo trato del mandatario Adolfo Ruiz Cortines y del pueblo mexicano. Los “niños héroes” lucharon en esta ocasión con pelotas y bat en mano.
“Los niños héroes del Béisbol” del autor Gerardo Díaz Flores y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 49.