Los primeros partidos de béisbol se jugaron en México en el siglo XIX; el Salón de la Fama del béisbol, con sede en Monterrey, ha rescatado del olvido la historia de equipos, peloteros, campeonatos y estadios que le dieron vida a este deporte, por muchos años el consentido de la afición en todo el país.
Su práctica hacia 1920 se concentró en instituciones educativas capaces de aportar campos acondicionados y el equipamiento de los jugadores. Los aficionados que surgieron al calor de los partidos jugados aquí y allá, entre novenas mexicanas y en ocasiones con equipos norteamericanos y cubanos, correspondían a estratos medios de la sociedad mexicana de aquellos días.
Era explicable que con el paso del tiempo los aficionados que asistían todas las semanas a los juegos del Parque Delta, entre los años de 1940 a 1953, fueran profesionales técnicos, obreros y artesanos que vivían en colonias como Santa María la Ribera, Roma, Doctores, Guerrero, Vértiz-Narvarte y otras.
El Delta era un parque familiar al que asistían viejos conocidos en una ciudad que apenas alcanzaba el millón y medio de habitantes, según el censo de 1940.
En este estadio se celebraron grandes partidos. En él nacieron las grandes rivalidades de la liga mexicana entre los Rojos del México, los Azules del Veracruz y los Sultanes de Monterrey.
La tribuna se apretaba, había juegos donde no quedaba espacio para nadie. Se podría afirmar que entre 1940 y 1953 el béisbol alcanzó su edad de oro, eran los años de la pelota caliente, del béisbol original, cuando la estrategia y la táctica estaban en primer plano y se entraba en el terreno para sorprender al contrario con el robo de bases, el toque inesperado… Era la época en que un home run hacía historia… Eran para muchos los años de gloria, los del “Chile” Gómez, el “Chamaco” García, Beto Ávila, el “Huevito” Álvarez, la “Mala” Torres, Ángel Castro, el “Charrascas” Ramírez y muchos otros más.
Era la época en que el jugador dejaba su actividad profesional cotidiana y se presentaba al estadio para entrenar jugando, en fin, era la época en que los jugadores no eran máquinas productoras.
Todo esto se vivía así, hasta que un mal día la tribuna de home se vino abajo y causó una tragedia que enlutó al béisbol mexicano. El Delta, el viejo y emblemático estadio de madera fue demolido. Poco después los peloteros estrenaron un estadio flamante construido para 23 mil espectadores, la afición ya no creció, siguió siendo la misma. Los jóvenes abandonaron el béis y empezaron a llenar los estadios de fútbol. El nuevo parque conocido como del Seguro cerró sus puertas en el 2005 después de haber funcionado medio siglo y los peloteros se fueron solos al improvisado estadio en el Foro Sol.
“Parque Delta” del autor Jaime Bali Wuest y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 2.
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