El hermoso edificio diseñado para dar cabida al Tribunal del Santo Oficio se construyó de 1732 a 1736 y desde entonces destacó como un gran representante del arte barroco en América. A partir de la segunda mitad del siglo XIX sus celdas dieron paso a los salones de la Academia de Medicina.
Ubicado en el conjunto arquitectónico de la espléndida Plaza de Santo Domingo de la capital de México, en la esquina de Belisario Domínguez y Brasil, el Palacio de la Inquisición, símbolo del control que la Iglesia católica ejercía sobre la población novohispana, ha sido testigo del transcurrir del tiempo y de la transformación acelerada de la vida citadina.
Construido de acuerdo con el proyecto del arquitecto Pedro de Arrieta, su fachada, que se corta diagonalmente en el más puro estilo barroco, da paso a un espectacular patio en donde los arcos de las esquinas carecen de columnas, dando la apariencia de que se sostienen en el aire. La escalera monumental de doble rampa aporta a la construcción un detalle más de magnificencia.
Dentro de este edificio vivieron los inquisidores y demás ministros (debieron ser muchos para cubrir las diversas actividades) del Tribunal, el cual tenía como objetivo principal perseguir la herejía, aunque en más de una ocasión funcionó como policía secreta del gobierno virreinal.
Anexas al magnífico palacio, la Inquisición tenía dos casas que también servían de habitaciones a los miembros del “Santo Tribunal”. Una daba al frente del convento de Santo Domingo y otra a la calle de la Perpetua (hoy Belisario Domínguez); ambas se comunicaban por el interior.
El edificio también albergaba a los temidos calabozos de la cárcel conocida como La Perpetua –así llamada por razones obvias–, que daba nombre a la calle con que hacía esquina. Sus celdas eran tan escondidas y secretas que casi nadie en su momento hubiera podido localizarlas.
El tribunal religioso, ámbito de tormentos y otras tantas leyendas, dejó de existir en los primeros días de junio de 1820. Después el palacio tuvo diferentes usos que comenzaron a borrar su siniestro recuerdo y fue en 1854 cuando los profesores de la Academia de Medicina lo adquirieron para instalar ahí su sede.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Palacio de la Inquisición” de la autora Guadalupe Lozada León y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 44.
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