Catarino Garza

¿Bandido social o prerrevolucionario?

Carlos Martínez Assad

A finales del siglo XIX las críticas en Nuevo León contra el gobierno de Porfirio Díaz, por traicionar su propio postulado de la no reelección, obligaron a los opositores a refugiarse en Texas. Pero también allá fueron reprimidos. Catarino Garza, con su gente, se movió en ambos lados de la frontera con una fuerza guerrillera que intentó en varias ocasiones adentrarse en México. Sin embargo, en 1893 fue obligado a exiliarse en Nueva Orleans, y luego marchó hacia Centroamérica, con lo que terminó su proyecto revolucionario.

Los sentimientos de la región
La historia regional se propuso hacer una historia diferente a la que nos habían contado. Avanzó en reconocer a los personajes que habían sido excluidos de la historia oficial, casi todos ellos con fuerte impacto en alguna región. Pero como la historia conocida era la de los vencedores había que saber también cuál era la de los vencidos. Esto no fue exclusivo de México porque algo semejante ocurrió en otros países como en la Unión Soviética del stalinismo, o incluso en Francia, si recordamos las críticas a François Furet por excluir a los más radicales revolucionarios de su Diccionario en el bicentenario del inicio de la Revolución francesa.

En la historia regional mexicana, como la he entendido, una región determinada entra en contradicción con el centro político, lo cual se presenta sobre todo cuando se relaciona con un movimiento social donde a un actor se opone un adversario y ambos luchan por sus objetivos y por el control de la historicidad, haciendo valer sus acciones y un sistema de ideas. Es así como llegamos a un punto esencial: la diferencia entre la microhistoria y la historia regional se vincula a la perspectiva y el impacto; por eso la historia regional enfatiza en aquellos movimientos que realmente representan una opción diferente respecto del poder político, es decir, que va contra la centralidad y cómo se ejerce en ese país. En términos metodológicos, se trata de contar una historia que corre en dos líneas paralelas que se alargan en el tiempo impuesto por el propio movimiento seguido por el acontecer nacional; pero son dos líneas que no se tocan, salvo en las coyunturas que redimensionan los dos niveles.

Cacicazgos y movimientos sociales
Para hablar de caciques en México debe considerarse la época histórica y la región en la que actuaron. Los cacicazgos de finales del siglo XIX y de la primera mitad del XX surgieron en sociedades rurales, con sus bases vinculadas a la tierra en un espacio delimitado e identificable. Se sabe que el cacique ejerce funciones paternalistas, clientelares y de compadrazgo sobre las que articula su poder. También atiende, por una parte, a las necesidades de los campesinos, y por la otra, adquiere la complacencia del gobierno central.

Los tropiezos del gobierno de la República, en su objetivo de afianzar el control político, incentivaron la existencia de cacicazgos poderosos que en las regiones representaron a ese gobierno distante. Así, se pensaba no sin razón, que los poderes de los caciques derivaban exclusivamente del presidente y que el federalismo era utilizado para sostener los despotismos regionales.

Con respecto a esto, hay que señalar que la solidez de algunos cacicazgos radicaba, asimismo, en la ejecución de determinadas líneas políticas con cierta autonomía en sus zonas de influencia. Por tanto, es necesario encontrar el sentido de esta contradicción en algunos de sus componentes, como el control de los medios de producción locales, la capacidad de los caciques para concretar alianzas personales en los ámbitos regional y nacional en su relación con las clases populares, la facultad para mantener movimientos políticos en su área, la ideología que transmitían a través del discurso, el consenso social alcanzado o los métodos de coerción.

Puede afirmarse que los movimientos regionales han tenido por lo general una figura que los encabeza y, hasta cierto punto, les da sentido. El largo periodo del Porfiriato resulta inapreciable por todos los ejemplos que ofrece en ese aspecto, tal como han sido estudiados por los especialistas que ponen de relieve la importancia de la historia regional, que expresan con mucho la diversidad del país.

Entre las revueltas reconocidas durante el Porfiriato están las de Tomóchic y Temósachic, en la sierra de Chihuahua, que el régimen pudo culminar mediante una fuerte represión en 1892. Ya en los comienzos del siglo XX, en China, Nuevo León, surgió el movimiento encabezado por Higinio Tanguma Gutiérrez, quien se identificaba como descendiente de un náufrago coreano rescatado por un barco francés. Llegó con su familia a la villa de Altamira, Tamaulipas, donde se dedicó a trabajar en las minas de sal en Lomas del Real. Entre 1906 y 1907 Tanguma realizó actividades de proselitismo social y militar de baja intensidad en el sur de la entidad, por lo que era posible que simpatizara con las ideas de Ricardo Flores Magón, por influencia del periódico Regeneración que llegaba por correo a su domicilio.

Los conflictos armados, el bandidaje y el desequilibrio político fueron gradualmente sofocados al menos hasta la pacificación que el país disfrutó en la última década del siglo XIX, estabilidad que dio impulso al desarrollo económico nacional y a sustentar la idea de un gran país cuya culminación se dio en las fiestas del Centenario de la Independencia en 1910.

Sin embargo, se dejaba sentir la inconformidad que se expresaba por todas partes y diversos núcleos sociales manifestaron públicamente sus desacuerdos con el gobierno central. La respuesta de la autoridad fue drástica:

"En 1879 el comandante Francisco A. Navaja se rebeló en Tlacotalpan, Ver. con el barco de guerra “Libertad”, y sospechando que estuvieran en connivencia con el rebelde algunas personas del Puerto de Veracruz, fueron aprehendidas; el gobernador [Luis] Mier y Terán lo comunicó así al presidente [Porfirio] Díaz, y éste dirigió aquel fatídico mensaje: 'Aprehendidos in fraganti, mátalos en caliente' [...]. En 1886 tuvo lugar la conspiración del Gral. Don Trinidad García de la Cadena, asesinado en Cañitas por el jefe político de Zacatecas [...] en 1883 tuvieron lugar los sangrientos sucesos de Coahuila, con motivo de la reelección de Garza Galán […]. La pequeña prensa de los Estados, el Diario del Hogar […] El Hijo del Ahuizote, Juan Panadero, y otro muchos, hacían constante oposición [...] dichos periódicos eran frecuentemente clausurados y sus redactores encarcelados en las mazmorras de San Juan de Ulúa o de la fatídica cárcel de Belén. En San Luis Potosí, 1901 y 1902, el Partido Liberal Ponciano Arriaga sólo logró celebrar dos asambleas de organización, en la segunda logró introducirse [...] un provocador enviado por los porfiristas que ocasionó un escándalo; la policía penetró al recinto, disolvió la reunión y puso presos a muchos de los que ahí deliberaban".

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