El verano de 1985 cambió para siempre la historia del negocio del rock. En más de setenta naciones, entre ellas México, una multitudinaria audiencia –alrededor de 1,500 millones de telespectadores– vio por vez primera una transmisión en vivo de dieciséis horas continuas, en la cual una pléyade de bandas e intérpretes de pop y rock, unidos bajo la bandera del combate a la hambruna en Etiopía, Somalia y otras naciones de África, tocó casi de manera simultánea en dos sedes: los estadios Wembley (Londres) y John F. Kennedy (Filadelfia).
El “nuevo Woodstock” –como lo definió la cantautora Joan Baez– de aquellas generaciones recaudó alrededor de cuarenta millones de libras esterlinas. Sus creadores, el irlandés Bob Geldof, quien vivía ya a la sombra de los modestos éxitos que había cosechado con su grupo The Boomtown Rats, y Midge Ure de Ultravox, vieron en su realización un lucrativo negocio que los pondría de nuevo en la órbita del rock, ahora como empresarios altruistas.
Antes del concierto masivo del 13 de julio, Geldof y Ure habían tenido en la canción Do They Know It’s Christmas?, escrita por ellos, un primer y exitoso ensayo altruista con el que se recaudó cerca de ocho millones de libras cuyo destino serían también las naciones del cuerno africano. Para la realización de la pieza, lograron concentrar a selectas voces y agrupaciones británicas que en ese momento gozaban de gran popularidad, como U2, George Michael, Sting o Phil Collins, entre otros. El esfuerzo de Geldof se completó con una visita a Etiopía en la que atestiguó el problema de la pobreza y la hambruna.
Así, la carrera musical de Geldof y su banda revivía de la mano de su voluntad por contribuir a la erradicación del hambre en el mundo, pues muchas eran las personas que se presentaban a sus espectáculos con la intención de donar. A la vez, Michael Jackson y Lionel Richie convocaban a un grupo de celebridades estadounidenses para hacer lo propio por África con We Are the World, canción compuesta por ellos. Sería esta inercia la que impulsó a Geldof a organizar el concierto trasatlántico, algo que se creía imposible en aquel tiempo.
Los promotores de conciertos Harvey Goldsmith, en Inglaterra, y Bill Graham, en Estados Unidos, además de Michael Mitchell, productor ejecutivo que había sido parte del éxito mediático de las Olimpiadas de Los Ángeles en 1984, fueron los colaboradores más importantes de Geldof en ambos continentes y encargados de que el megaconcierto transcontinental se organizara en apenas unos meses. En manos de Mitchell quedó además la organización del teletón internacional que recaudaría, mediante atención telefónica durante el concierto, las donaciones que llegarían desde distintos países.
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