Col. Los Encinos, Nogales, Son., C.P. 84065
Don Porfirio Díaz se mostraba orgulloso de su ejército. Su sueño de modernizarlo al estilo europeo se cumplía día con día desde el Colegio Militar con sede en la capital mexicana, donde los alumnos aprendían las tácticas de guerra modernas, portaban uniformes a la usanza prusiana y eran enviados muy jóvenes al Viejo Continente con el fin de adquirir y experimentar el conocimiento de las instituciones militares más prestigiosas, para luego regresar dispuestos a contribuir a distintas causas con esos saberes.
El general Manuel Mondragón, nacido en 1859 en el poblado mexiquense de Ixtlahuaca, fue uno de los primeros destellos de esta educación ideal. Dentro del Colegio Militar fue un destacado alumno en el manejo y técnicas de la artillería. Una vez graduado, adquirió enorme prestigio por escribir manuales sobre descripción y empleo de los instrumentos para la preparación y ejecución del tiro, además de realizar una serie de modificaciones a ciertos armamentos.
También patentó algunas armas, como el conocido fusil Porfirio Díaz sistema Mondragón, una de las primeras armas automáticas del mundo y llamada así en honor a su benefactor. Así, con el pasar de los años, influyó cada vez más dentro del ejército al grado de aprobar la adquisición de determinadas armas para el gobierno.
La victoria de la revolución maderista fue un golpe durísimo para el general Mondragón y entonces se convirtió en uno de los principales conspiradores dentro del ejército contra el nuevo gobierno. Desde su posición ayudó a coordinar el escape de Bernardo Reyes y Félix Díaz de sus respectivas prisiones en la ciudad de México.
Tras el asesinato de Reyes, Mondragón encontró en Victoriano Huerta a un aliado –del que luego se distanciaría– y seguramente influyó en la decisión de eliminar al presidente Madero y a su hermano Gustavo, así como al vicepresidente José María Pino Suárez y a otros importantes personajes aprehendidos durante la Decena Trágica.
Durante la presidencia de Huerta, Mondragón fue nombrado secretario de Guerra y Marina, cargo en el que duró apenas unos meses debido al fuerte avance revolucionario desde el norte del país, del que incluso fue señalado culpable por otros huertistas y por una parte de la prensa a razón de la poca efectividad de su campaña contra los revolucionarios.
Mondragón no encontró otra alternativa más que renunciar a su puesto y exiliarse en Europa. Ahí fue bien recibido por los gobiernos con los que había tenido trato siendo funcionario. Finalmente moriría en San Sebastián, España, en 1922.
“General Manuel Mondragón” del autor Gerardo Díaz y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 90.