Los Pumas jugaron la final de 1977 como locales en el Estadio Azteca, debido a la huelga que mantenían los trabajadores de la UNAM en Ciudad Universitaria.
En el corazón de los fanáticos pumas, la temporada 1976-1977 suele ser la más grata. Un joven llamado Hugo Sánchez debutó en el primer equipo, la melena de Leonardo Cuéllar se dejaba ver desde todos los ángulos de los estadios y un par de brasileños daban cátedra en sus posiciones como si la UNAM les pagara por impartir cursos intensivos todos los domingos.
Uno, Spencer Cohelo, había llegado del América Mineiro de Brasil un año antes y con el beneficio de la duda, pero su labor en media cancha calló bocas rápidamente y hasta dejaron de creer que era gringo debido a su nombre. El otro, Evanivaldo Castro Silva, mejor conocido como Cabinho, demostró desde su llegada que la liga mexicana le quedaba pequeña; era un verdadero monstruo anotador de goles (véase Relatos e Historias en México, núm. 86, oct/2015).
Ya en la temporada anterior (1975-1976), la escuadra felina había conseguido el torneo de Copa con Cabihno como su ariete estelar y ahora se enfilaba rumbo a la obtención del campeonato de Primera División, dado que en la fase regular logró ser líder del torneo con cincuenta puntos al superar al América por diferencia de goles. ¿Y cómo no hacerlo, si Cabinho anotó 34 y fue campeón en ese rubro? Durante diecinueve semanas mantuvo a su gente al filo de la butaca o atenta a la televisión, pues los aficionados disfrutaban de verdaderos partidazos de su equipo. Con esto, la mitad de la tarea estaba hecha, pero ahora venía la más difícil.
El campeonato mexicano se ha caracterizado por la doble competencia: el torneo regular y la fase eliminatoria o liguilla. En 1977 se enfrentaron dos grupos de cuatro equipos que se batieron a doble partido. El ganador de cada grupo se posicionó en la final. Para la felicidad auriazul, Pumas despachó a América para luego enfrentarse a los Leones de la Universidad de Guadalajara.
Quiso el destino que el primer partido, disputado en la Perla Tapatía, fuese algo soso y terminara con un empate a cero. El de vuelta no se pudo jugar en Ciudad Universitaria debido a una huelga de trabajadores, pero no por ello desmereció en emociones. Así, Spencer corrió como loco para encontrarse un pase a profundidad y pasarlo de primera intención con una media vuelta impresionante al goleador del torneo, Cabinho, que horadó el arco rival. Tras la anotación, quedaban poco menos de quince minutos para que sonara el silbatazo final.
Quizá la cereza en el pastel fue que estaban nada más y nada menos que en el Estadio Azteca, el hogar de uno de los principales rivales de los universitarios desde entonces. El representativo de la UNAM lograba ahí su primera estrella y de paso le bajó el humo a los azulcremas, conjunto que seguramente jamás podrá jactarse de ser campeón como local en territorio universitario.
La nota breve "¡Pumas campeones!" del autor Gerardo Díaz, se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 112.