Dirigido por Alejandro Galindo, este melodrama nos introduce al mundo de la trampa, la frustración y la soberbia de un joven que, presa de la avaricia, termina por sucumbir ante sus propios demonios.
El relumbrón del modernísimo multifamiliar Miguel Alemán, en Ciudad de México, lejos está de irradiar la mínima suerte a Mario Fernández, el vendedor que de puerta en puerta pretende convencer a las clientas para que compren sus electrodomésticos. Para colmo, el muchacho lleva a cuestas la responsabilidad de la manutención de sus jóvenes hermanas Conchita y Cristina, pero sobre todo de doña Chita, su madre, y del pícaro y dispensado tío Pancho, quien además no pierde oportunidad para exponerle su variado repertorio de consejos, útiles para todo hombre de mundo de su época: los cincuenta del siglo XX. Si acaso, la presencia de su novia le da un viso de esperanza.
Huérfano y sin los estudios profesionales que algunos chicos de la metrópoli ya conseguían en este tiempo, Mario decae presa de su acedado carácter, producto del trato recibido en su trabajo, del futuro gris que imagina y de las condiciones en las que vive en Peralvillo, un agreste poblado cercano a Tlatelolco y al centro de la capital mexicana, cuyos residentes aún caminan por sus senderos de terracería, se proven en los mercados urbanos o se guardan en las típicas vecindades cuyo patio es flanqueado por dos plantas con decenas de casas. A ello se agregan los delitos frecuentes y extendidos entre el rumor popular, como la venta de mercancía robada, que por cierto en la cinta es sancionada tras un operativo policiaco, cuando los hombres de azul solían ser más respetados.
Los Fernández de Peralvillo, coescrita y dirigida por el regiomontano Alejandro Galindo –quien solo vivió en Nuevo León sus primeros seis años de vida–, es una cinta sobre ese México moderno incipiente y ambicioso socialmente, en donde el progreso para todos seguía siendo la eterna promesa. De hecho, la combinación de ambos factores es lo que influye en Mario para que se inmiscuya en actividades ilícitas gracias a un viejo amigo de la infancia. De inmediato despunta y el acaudalado joven ahora arguye poder y desprecia a los suyos… pero también se queda solo.
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Los Fernández de Peralvillo