La victoria republicana contra los franceses en la batalla de Miahuatlán, Oaxaca, en octubre de 1866, marcó el principio de la caída del imperio de Maximiliano: un ejército sin disciplina, mal armado, mal alimentado, mal vestido y mermado a causa de una larga travesía por los sinuosos caminos de la Mixteca, pero reforzado con los pobladores de la zona, venció al entonces considerado mejor ejército del mundo, el de Napoleón III.