Para los investigadores, la derrota ante Estados Unidos en 1847 era del todo previsible. Además de las enormes asimetrías económicas y militares, nuestro país se hallaba en un estado deplorable. En vísperas de la invasión, una conspiración incrementó la discordia nacional y puso enfrente una nueva amenaza. El general Mariano Paredes, al mando del único ejército armado, uniformado y disciplinado –estratégicamente ubicado en San Luis Potosí–, desobedeció las órdenes y, en vez de avanzar hacia el norte a enfrentar al invasor, decidió voltear las armas contra el gobierno y marchó a la capital para derrocar al presidente José Joaquín de Herrera.