San Jacinto, la última batalla de la Guerra de Texas

Luis Arturo Salmerón Sanginés

El río San Jacinto atestiguó el 21 de abril de 1836 la última batalla de la Guerra de Texas. En poco más de media hora el ejército mexicano fue derrotado dejando en el campo más de seiscientos soldados y otros siete centenares fueron tomados prisioneros por el ejército rebelde liderado por  Sam  Houston, que los mandos nacionales suponían en retirada.

 

Después  de  las  victorias  mexicanas  en  El  Álamo,  Encinal  del  Perdido  y Goliad el mes anterior, el ejército había iniciado la persecución de las tropas rebeldes que huían hacia territorio estadunidense  para reorganizar  sus  tropas. Durante marzo y parte de abril, dividido en varias columnas, ocupó las poblaciones importantes. Pero debido a la lentitud con que marcharía el grueso del ejército, el general en jefe y presidente  de  México, Antonio López  de  Santa  Anna, decidió  adelantarse con una tropa de soldados experimentados  con  la  esperanza  de  atrapar  al  general  Houston,  iniciando  así  el  14  de abril una penosa carrera donde los mexicanos, que no conocían el terreno y  partían  con  desventaja,  llevaron  la  peor parte.

 

Una semana después Santa Anna logró alcanzar a los texanos y luego de   algunas   escaramuzas con sus avanzadas, el 21 de abril decidió esperar  refuerzos  a  orillas  del  río  San  Jacinto,  al  este  de  la  actual  ciudad  de   Houston.   Suponiendo que  los  rebeldes  estaban  más  interesados  en poner  distancia  entre  ellos  y  su  ejército, Santa Anna tomó pocas precauciones. Los soldados,  agotados,  se  desprendieron de sus pertrechos para dormir mejor.

 

Por la tarde, algunos mexicanos fueron despertados por el estruendo de las armas  comandadas por Houston; a otros los sorprendieron comiendo en el rancho, con  la  caballería desmontada,  y a la infantería sin sus armas cargadas. Santa Anna y su cuerpo de oficiales dormían en sus tiendas.

 

En pocos  minutos  la  mayoría  de  los soldados mexicanos huía en desbandada. Los que no caían muertos o heridos en el campo fueron tomados prisioneros, entre  ellos  Santa  Anna, quien poco después, desde prisión, ordenó al grueso  del  ejército  replegarse al sur del río Nueces, perdiendo así Texas. Santa Anna  estuvo preso durante siete meses y a su regreso fue repudiado por los mexicanos; pero el gobierno ya no tendría las fuerzas militares suficientes para recuperar ese territorio y, diez años después, sería anexado a Estados Unidos. 

 

"Esta publiación sólo es un fragmento del artículo "10 batallas decisivas en la historia de México" del autor Luis Arturo Salmerón Sanginés, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 81