Durante la década de los sesenta el mundo experimentaba una transformación social de vastas proporciones impulsada por los jóvenes en lucha por los derechos civiles.
Ciudades importantes de todo el planeta fueron escenario de enfrentamientos con sus gobiernos. En 1969, mientras cada país lidiaba con su propia sublevación y México lamía sus heridas por la sangrienta represión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, una noticia estadounidense detuvo el mundo: casi medio millón de jóvenes se había congregado en una granja en Nueva York, transformada en una feria de música y arte, para celebrar lo que exigían: la paz, pues la necia invasión de las tropas estadounidenses en Vietnam estaba en su punto más álgido al tener dentro del campo de batalla a otro medio de millón de jóvenes enrolados en una guerra que día a día cobraba más vidas y anunciaba nuevos bombardeos masivos contra ese pequeño país campesino.
El festival de Woodstock comenzó a materializarse como un proyecto de estudio de grabación en el pueblo del mismo nombre, que se había convertido en una comunidad cultural importante y residencia de grandes músicos como Bob Dylan, John Sebastian o Tim Hardin. La idea surgió del residente Michael Lang, quien, junto con su amigo el vicepresidente de Capitol Records, Artie Kornfeld, presentó el proyecto a Joel Rosenman y John P. Roberts, jóvenes dueños de un estudio de grabación en Manhattan. La propuesta incluía celebrar la inauguración con un concierto de artistas de la localidad. Esto llamó más la atención de Sebastian y Rosenman y contrapropusieron invertir en un megaconcierto y así ganar mucho dinero de forma casi inmediata.
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Woodstock, el festival que nos cambió