En Chihuahua y Durango no surgió un ejército por instrucciones de Carranza, sino por una alianza de diferentes caudillos rebeldes, quienes designaron a Villa como comandante de esa fuerza popular. En septiembre de 1913 nació la célebre División del Norte que, en pocos meses, llegó a contar con más de 25,000 hombres.
Chihuahua fue el teatro más radical de la lucha contra Huerta en términos militares y sociales, pues Villa y otros jefes locales combatían al ejército federal y a los experimentados orozquistas, dado que estos habían reconocido a Huerta. Luego de que penetrara al país, prácticamente solo, Villa hizo una admirable labor de reclutamiento entre quienes habían sido sus compañeros en las luchas contra Díaz y contra Orozco. Para finales de septiembre de 1913, Villa y otros cabecillas de Chihuahua, Durango y la Comarca Lagunera, virtualmente todos de origen popular, se unificaron para conformar la División del Norte, dando a Villa el mando y el grado de general. El procedimiento de su creación fue decisivo, pues fue producto de una resolución propia, no del Primer Jefe Carranza, por lo que la División del Norte nació con una gran dosis de autonomía. Además, desde un principio se caracterizó por una enorme ‘horizontalidad’, gracias a que las diferencias sociales entre Villa, los otros jefes y los soldados, eran menores a las que había en los otros ejércitos.
La unificación de los varios grupos armados locales hizo de la División del Norte una maquinaria militar muy poderosa, lo que se confirma con el control de Chihuahua (Ciudad Juárez-Chihuahua y Ojinaga) logrado entre noviembre de 1913 y enero de 1914, y luego con la victoriosa campaña en la Comarca Lagunera (Torreón, Tierra Blanca, Paredón), que concluyó a finales de junio con las tomas de Saltillo y Zacatecas. Al dominar Chihuahua, Villa ocupó brevemente la gubernatura, durante la cual tomó varias medidas progresistas, aunque su forma de ejercer el poder fue plenamente autoritaria: incautó propiedades de las familias oligárquicas mexicanas y españolas y vendió algunos productos –carne– a precios subsidiados en los mercados de las poblaciones dominadas por el villismo. Debe decirse que durante toda esta etapa, Villa mantuvo buenas relaciones con las autoridades y los empresarios norteamericanos con intereses en Chihuahua. Algunos especialistas –Katz el primero– sostienen que durante esos meses prevaleció el orden en los territorios villistas y en los procedimientos de la División del Norte. Durante esos meses Villa sí fue ‘el Revolucionario del Pueblo’.
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Javier Garciadiego: Doctor en Historia de México por El Colegio de México y doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Chicago. Ha impartido cursos en la UNAM, el ITAM y El Colegio de México, y ha sido profesor visitante en diferentes universidades del extranjero. En 2010 recibió el premio del INEHRM a la trayectoria en investigación histórica sobre la Revolución Mexicana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III), de la Academia Mexicana de la Historia desde 2008 y de la Academia Mexicana de la Lengua. Es autor de numerosos artículos y de varios libros; entre los más recientes destacan: Textos de la Revolución Mexicana (2010), Revolución y exilio en la historia de México. Del amor de un historiador a su patria adoptiva. Homenaje a Friedrich Katz (2010), Ensayos de historia sociopolítica de la Revolución Mexicana (2011) y 1913-1914: de Guadalupe a Teoloyucan (2013). Colaborador asiduo de esta revista desde sus inicios, ha sido director general del INEHRM y presidente de El Colegio de México. Actualmente es director de la Academia Mexicana de Historia.
Villa: revolucionario y bandido