¡Vamos al cine! Les recomendamos “Mientras México duerme”

(Alejandro Galindo, 1938)

Marco A. Villa

La noche citadina es el ambiente donde se difuminan los límites de la moral y la legalidad entre quienes en ella concurren. Es también un lugar propenso al crimen, a las bajas pasiones y al delirio que surgen de cualquier cantidad de personajes de arrabal, y Federico la Cierva es uno de los más importantes. Jefe de una banda de traficantes de droga, desde su garaje convertido en cuartel dirige con destreza el copioso flujo de dinero mal habido, un cabaré de baja ralea y a sus distribuidores y subordinados.

 

Pero el desconfiado Federico pronto se enamora de Margarita, la secretaria de su abogado, por lo que se enfrenta a la disyuntiva de relegar todo a sus rufianes para abocarse a su relación o seguir dirigiendo los destinos del grupo. Sin embargo, ante la persecución incesante de la policía que deriva en la captura de uno de los distribuidores de la droga, la situación se complica y las traiciones al interior de la banda comienzan a suscitarse, poniendo en peligro su propia existencia.

Los vaivenes de Federico –interpretado magistralmente por el joven yucateco Arturo de Córdova– y su banda son parte de la historia de Mientras México duerme, película ambientada en aquella Ciudad de México de finales de la década de 1930, en la que ya se divisan tanto la vida nocturna como su galería humana (como Gaby, la bailarina de cabaré y amante de Federico) y de ambientes que tiempo después, durante el alemanismo (1946-1952), protagonizarán algunos de los más turbios relatos y leyendas explotados en el cine y la literatura, y que en la cotidianidad confrontaron a una sociedad “chapada a la antigua” que no solo se opuso, sino que además condenó y sancionó con gran fuerza estas nuevas prácticas emanadas de la modernidad y el auge industrial que se desarrollaban en las ciudades mexicanas.

Se ha dicho que el realizador regiomontano Alejandro Galindo inauguraba con este trabajo el cine negro mexicano en su más pura expresión –aunque antes hubo otros esfuerzos–, inspirado en el estadounidense tan exitoso en la década de los veinte y principios de los treinta, el cual Galindo conoció personalmente dado que trabajó en algunas producciones hollywoodenses. Por otra parte, para este su segundo largometraje, se inspiró en el homicidio del boticario Nava en una droguería de la calle Bucareli, un hecho real aparecido en la nota roja de la Ciudad de México.

Considerado innovador en su tiempo, Galindo dio rienda suelta al uso del caló propio de los grupos proletarios e incluso delictivos. Al respecto, el conocido periodista René Capistrán Garza escribió en la revista Cine, de noviembre de 1938, que los “admirables empleados del garaje” poseían “el estilo, la fisonomía mexicanísima, maliciosa, socarrona, burlesca, agresiva, inconfundible y única de nuestros mexicanos de tal ambiente, con sus modismos, sus gracias y su ingenio picaresco y agudo”.

Mientras México duerme fue una película que “miraba al futuro porque fue el más notable antecedente del cine mexicano urbano, de barrio bajo, que ganaría gran fuerza en la siguiente década”, expuso Emilio García Riera en el volumen dos de la Historia documental del cine mexicano. Por su parte, Xavier Villaurrutia, en una crítica publicada en la revista Hoy en noviembre de 1938, opinó que la cinta “es un soberbio ejercicio de estilo dentro de los terrenos del más puro realismo cinematográfico tal como este se concibió y practicó a lo largo de la década de los treinta; de ahí que su realizador se volcara por el uso del montaje sintético y la profundidad de campo, elementos que le permitieron dar a su película la atmósfera y el ritmo adecuado”, lo que además la hizo emparentar con algunas de las mejores muestras del género en Francia y Estados Unidos.

La cinta trascendió como una obra pionera de su género y del cine nacional que a la fecha sigue encontrando nuevas lecturas. Por ello, aquí se la recomendamos.

 

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