Un instante de placer en Puebla junto a Freddie Mercury

Ismael Villafranco

 

No olvido del todo la primera vez que escuché la Rapsodia bohemia, un episodio que con los años se convirtió en un recuerdo lleno de sensaciones, borroso y aún así intenso; una alusión a una noche violácea y fresca, familiar y de travesía. Eso siempre me gustó de esa canción; esa evocación admiro del trabajo del extraordinario Freddie Mercury (1946-1991).

 

Para comprender a este artista es necesario conocer un poco la vasta cultura que lo rodeó en su infancia. De familia parsi (una comunidad religiosa de India), nació en Zanzíbar (Tanzania) y fue registrado con el nombre de Farrokh Bulsara. A la edad de ocho años fue internado en un colegio para varones en Bombay (India), ciudad donde también aprendió a tocar el piano. Siendo un joven de catorce años, migró con su familia hacia Inglaterra.

 

Durante sus estudios universitarios en Londres, conoció a Roger Taylor y Brian May, quienes tocaban en una banda de rock. Tras la salida del vocalista original de ese grupo, el joven Bulsara los incitó a continuar con el proyecto junto con él, solo que ahora se harían llamar Queen y él Freddie Mercury, personaje que encarnaría por el resto de su vida y que le permitiría ser toda una diva frente al público, mientras que en lo privado podía seguir siendo alguien tímido, amante de la vida y el arte.

 

Sus primeros tres discos con Queen fueron buenos, pero siempre limitados por el manejo leonino de su mánager. Aun así, con la evidente capacidad artística de Mercury consiguen un nuevo contrato con EMI y un enorme presupuesto para la grabación de su cuarto disco, que al final resultó ser una obra maestra irrepetible.

 

A Night at the Opera (1975) es un álbum que recomiendo escuchar con los audífonos puestos, en un día soleado, recostado en un lugar abierto como un parque o una explanada, para así poder mirar la cotidianidad de las personas caminando, que van muy bien como acompañantes visuales durante casi todo el disco, ya que también existen melodías que nos invitan a calmarnos y cerrar los ojos para así disfrutar de las atmósferas estéreo que envuelven esta producción.

 

Este álbum se convirtió en el más importante de la carrera de Freddie Mercury, pues a partir de su lanzamiento fue mundialmente reconocido, llegando incluso a presentarse en México en 1981; además, le permitió hacer su música tal y como él quería por el resto de su vida, la cual lamentablemente se le comenzaría a escapar en 1987, cuando le diagnosticaron sida; irónicamente, ese mismo año lograba lo que ningún cantante de música rock pop había hecho: compartir escenario con su admirada diva catalana Montserrat Caballé (fallecida el pasado 6 de octubre), lo que lo colocaba en el pedestal más alto al que cualquier cantante podía aspirar.

 

Durante el desarrollo de su enfermedad, Freddie decidió no alejarse del mundo de la música; por el contrario, se enclaustró en su casa de Montreux (Suiza), con vista al lago Lemán, para ocupar toda la fuerza que le quedaba a su cuerpo en hacer lo que más amaba: cantar.

 

 

Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Un instante de placer en Puebla junto a Freddie Mercury" del autor Ismael Villafranco que se publicó en Relatos e Historias en México, número 123Cómprala aquí