Por la antigua calzada de Tacuba pasó Cortés en un aciago día de julio de 1520; iba con dirección al poniente. En el lugar donde después fue construido un hospital y posteriormente un convento, el conquistador había perdido ya el aliento, la armadura le quemaba la piel y le estorbaba para mantener el paso de espanto que lo impulsaba a seguir vivo, acompañado de algunos de sus mejores hombres y de numerosos indios que lo escoltaban. Paradójicamente, gracias a que salvó la vida y emprendió la conquista, en lo que hoy es Ribera de San Cosme se construyó un hospital para atender a los indios, con la advocación de San Cosme y San Damián (de ahí el nombre de la avenida), fundado en 1533 por el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga.
Tiempo después, el hospital pasó a manos de los franciscanos, quienes lo convirtieron en una casa de recolección. Muy pronto, la orden religiosa, inquieta como era y empujada por el éxito de la evangelización, puso ahí la primera piedra de un convento en agosto de 1672, conservando el nombre de San Cosme y San Damián. Casi doscientos años más tarde, en 1854, el convento devino en hospital militar por orden de Antonio López de Santa Anna, a la sazón presidente de la República, y Benito Juárez lo destinó al Colegio de San Pedro y San Pablo.
“San Cosme” del autor Jaime Bali Wuest y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 1.