Remedios Varo

Primera parte

Ricardo Lugo Viñas

El éxito fue total. Varo vendió (“carísimas”) todas sus obras. Y, por si esto fuera poco, la prensa se refirió a ella en términos generosos; elogió su técnica y la consideró una verdadera “revelación”. Aunque no era la primera vez que un cuadro de Remedios se exponía en México.

 

En octubre de 1955, la pianista española Rosita García Ascot –que a la sazón era dueña  de la incipiente Galería Diana, ubicada en Av. Paseo de Reforma 489, junto al Cine Chapultepec, en Ciudad de México– organizó una exposición colectiva con las jóvenes artistas catalogadas como surrealistas Leonora Carrington, Alice Rahon, Cordelia Urueta, Elvira Gascón, Solange de Forge y Remedios Varo (1908-1963). La muestra se tituló Seis pintoras. A pesar de llevar más de diez años en nuestro país, Varo era la menos conocida de entre las invitadas.

De hecho, cuando García Ascot le pidió la lista de precios de las cuatro obras con las que participaría, Varo no supo tasar sus cuadros. Consultó entonces a su amiga Ikerne Cruchaga (fotógrafa navarra exiliada en México y pareja de su exesposo y eterno amigo Gerardo Lizarraga), que tenía más experiencia en galerías y exhibiciones. Ikerne le recomendó: “¿Crees que vas a vender algo? No, ¿verdad? Ponlas carísimas…”.

El éxito fue total. Varo vendió (“carísimas”) todas sus obras. Y, por si esto fuera poco, la prensa se refirió a ella en términos generosos; elogió su técnica y la consideró una verdadera “revelación”. Aunque no era la primera vez que un cuadro de Remedios se exponía en México –había participado en la icónica Exposición International del Surrealismo de 1940 en la Galería de Arte de Inés Amor, en la colonia San Rafael, organizada por César Moro, Wolfgang Paalen y André Breton (a distancia), con la obra Recuerdo de la Walkyria–, la exposición colectiva en la galería de Reforma 489 sería su primer gran escaparate como artista y la colocaría definitivamente en el ojo y gusto de la crítica y el público mexicano.

Su fama se elevaría a tal punto que, apenas cinco meses después, el 25 de abril de 1956, inauguraría su primera exposición individual, nuevamente en la Galería Diana. Los encomios y admiraciones no se harían esperar, de Alfonso Reyes, Octavio Paz, Ignacio Chávez y muchos más, así como la invitación a participar en distintas colectivas, a lado de las y los maestros de la plástica mexicana contemporánea. A partir de entonces ya no habrá retorno para Remedios, los encargos de obra se sucederán por doquier y no cejarán hasta el día de su inesperada y prematura muerte.

La segunda llegada a México

El 19 de diciembre de 1947 Remedios Varo viaja desde la Ciudad de México hacia Venezuela, en compañía de su nuevo amor: el joven piloto francés Jean Nicolle. Quiere cambiar de aires y dos categóricos pretextos la convencen de que Venezuela es el mejor lugar para ello: primero, el reciente triunfo electoral del escritor Rómulo Gallegos a la presidencia de la República; y, segundo, que su madre y su hermano Rodrigo se encuentran en aquel país haciendo una residencia.

Aunque en el fondo existe una tercera y poderosa razón que la lleva a salir de México: su tormentoso y triste rompimiento amoroso con su todavía esposo Benjamin Péret, el más solitario y profundo poeta surrealista, que siempre la amó. Fue él quien la introdujo en el exclusivo cenáculo del surrealismo parisino. Se conocieron en Barcelona, durante la Guerra Civil, y ahí Benjamin le declaró su amor en un poema titulado “¡Hola!”, publicado posteriormente en su libro Je sublime en 1936. Con él, Remedios Varo llegaría a México por vez primera, en calidad de refugiada, luego de un complicado periplo por el sur de Francia, en diciembre de 1941. Péret fue muy importante para Remedios y visceversa, a tal grado que, más allá del romance, mantuvieron una amistad inquebrantable hasta la muerte.

Ya en México, en 1943, tras la muerte de su esposa Elsie Houston, Péret y Varo se casaron en Cholula, Puebla, en una íntima ceremonia. Pero la aparente incompatibilidad de caracteres, las penurias económicas, el aislamiento y reticencia progresiva de Péret para adaptarse a México los fue apartando poco a poco, hasta conducirlos a una inminente ruptura. Para 1945, la separación era casi inaplazable y Remedios comenzó una relación amorosa con el piloto Jean Nicolle.

Su paso por Venezuela fue casi sin pena ni gloria salvo porque, gracias a los buenos oficios de su hermano Rodrigo que trabajaba en el Instituto Venezolano de Malariología, Remedios consiguió un empleo como diseñadora entomológica para la farmacéutica Bayer, que había comenzado una campaña antipalúdica en ese país. Así, Varo navegó por el Orinoco y viajó por Maracay, Caracas y Ciudad Bolívar pintando cuadros con bellísimos insectos, particularmente mosquitos, que firmaría con su apellido materno: Uranga. Su permanencia en el país caribeño coincidió casi con la brevísima presidencia de Rómulo Gallegos, que solo duró 10 meses, pues sería derrocado por una junta militar. De tal suerte que Varo arribaría a México, por segunda ocasión, en los primeros meses de 1949.

 

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