Por su vecindad con la capital mexicana, en la segunda mitad del siglo XIX en Chalco se vivían intensamente los procesos que sufría la frágil República desangrada por guerras imperialistas, luchas intestinas y visiones del mundo inconciliables. La inmensa distancia entre el patriotismo de liberales o conservadores y las necesidades profundas de los campesinos indígenas y mestizos, se manifestaría con toda su crudeza desde aquellos años.
Despojos y resistencias
La historiadora Romana Falcón en su libro México descalzo registra algunas luchas por el agua que se dieron en la zona de Chalco en aquellos años. Entre ellas está la organización de un foco de resistencia contra la construcción de un sistema de riego que se apropiaba de las aguas de los deshielos del Popocatépetl y del Iztaccíhuatl, de toda la sierra volcánica transversal, para favorecer a la hacienda de Zoquiapan, con lo cual se afectaban severamente a las comunidades de Chalco y Temamatla. Los campesinos y comuneros se levantaron en armas en una insurrección que duró de 1848 a 1851.
En el mismo 1848, aún fresco el olor a pólvora de la guerra contra Estados Unidos, el licenciado don Mariano Riva Palacio, republicano, nacionalista, gobernador (tres veces) del Estado de México e impulsor del “progreso”, mandó construir una presa para abastecer a la hacienda de la Asunción, con lo que se perjudicó a los campesinos de San Francisco Acuautla (donde nacería Julio López Chávez), quienes se levantaron en armas por la defensa del agua, de sus tierras, pastizales y bosques.
Al final, la resistencia frenaba, pero no detenía el proceso de despojo. El latifundio crecía al amparo de la ley ratificada en junio de 1856.
En 1867 en el Estado de México, el despojo y la injusticia se legitimaban. Los conflictos aumentaban al avanzar los proyectos de riego y expansión ganadera sobre las tierras comunales. Los mestizos e indígenas que habían sido despojados se convertían en peones de los hacendados, quienes, para mantener los niveles de vida anteriores a su endeudamiento, los explotaban cada vez más.
En el Archivo General de la Nación pueden verse algunas denuncias presentadas en esos años ante el presidente Juárez por campesinos de Chalco:
La causa principal de nuestros males, el motivo de nuestra miseria y desgracias, es el gran número de ambiciosos hacendados, que poseen los terrenos de los pueblos en que vimos [la] luz primera, las aguas de uso común y los montes y past[iza]les que nos pertenecen […]
Hemos recorrido todos los tribunales competentes para lograr el deslinde de nuestras propiedades; en ellos hemos pasado muchos años y gastado grandes cantidades de dinero sin éxito alguno, pues jamás se ha dictado resolución judicial que nos saque de la detestable tutela de los hacendados.
Un socialista en tiempos de Juárez
Aparte de que nació en San Francisco Acuautla, pocas noticias tenemos de la vida de Julio López Chávez. Se ha dicho que fue un bandido social. Algunos señalan que fue un combatiente republicano. Una fuente nos dice que entre 1863 y 1865 perteneció a la guerrilla de Rafael Cuéllar que combatía bajo la bandera juarista contra la invasión francesa. Otras afirman que fue detenido y juzgado en 1864 por una corte marcial por haber “tomado parte en un combate que tuvo lugar entre la guardia rural de Tlalmanalco y una guerrilla”. Y una más señala que se le entabló un juicio por robar a familias francesas, al hacendado de Chalco Diego Parres y al comerciante Eduardo Zozaya o Sozaya, administrador de la hacienda de Zoquiapan.
En tal juicio se le habría condenado a muerte, pero el mariscal Bazaine –comandante de las tropas francesas en México– decidió desterrarlo a la isla Martinica, pues la popularidad de López Chávez era muy grande. Allí sobreviviría dedicándose a su oficio de carpintero.
Después de un año en esa isla, López Chávez, junto con otros mexicanos, fue devuelto a México. El maestro César Gabriel Peña Ramírez sugiere tres facetas en su historia: la de “bandido social”, la de combatiente contra el imperio de Maximiliano y la de anarquista. Cita un párrafo de la Revista Universal, de junio de 1868: “Este individuo capitanea una partida de gente armada en Chalco, y días pasados saqueó la Hacienda de Buenavista, propiedad del Sr. Don Mariano Riva Palacio. Dícese, según el Monitor, que López reparte los terrenos de aquella jurisdicción a los indígenas que la auxilian”.
Los campesinos a quienes López Chávez distribuía las tierras vivían en condiciones deplorables, expuestos a la leva, amenazados por las guerras intestinas y los grupos revolucionarios, además de que habían sido despojados de sus tierras, por lo que trabajaban en condiciones de semiesclavitud en las grandes haciendas.
Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "Rebeliones campesinas contra el progreso liberal" de la autora Esther Sanginés García, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 114.