Hoy Ponciano Arriaga no solo representa un sujeto prominente de nuestra historia, sino que es tanto el respeto y cariño que ganó en su estado natal, San Luis Potosí, que aeropuerto, institutos literarios, bibliotecas, avenidas principales de esa entidad, por mencionar algunos, han adoptado su nombre como homenaje, otorgándole así familiaridad y cotidianidad en las presentes generaciones.
Nacido el 18 de noviembre de 1811, fue un estudiante ejemplar que a los diecinueve años se graduó de abogado. Tuvo una capacidad oratoria envidiable que utilizó para ingresar a la vida política de su estado. Ahí se convirtió en un crítico imparable de los errores del gobierno nacional y un hombre de confianza para altos funcionarios que posteriormente lo apoyaron en su camino al Congreso de la Unión, a donde llegó en 1843.
En 1846, como senador, se involucró en los planes de defensa de los estados fronterizos mexicanos ante la guerra con los Estados Unidos. Consumada la derrota, fue una de las voces que rechazó la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo.
Más tarde fue invitado a colaborar en el gobierno de Mariano Arista, aunque no por ello dejó de ser crítico del poder. Sin embargo, este tipo de acciones no fueron toleradas una vez que Antonio López de Santa Anna se instaló nuevamente en la presidencia, por lo que comenzó una serie de ataques contra Arriaga que lo obligaron a exiliarse.
Se estableció en Nueva Orleans, Estados Unidos, muy cerca de otros exiliados como Benito Juárez y Melchor Ocampo. No fue sino hasta el triunfo de la Revolución de Ayutla que pudo regresar al país en 1855.
Nuevamente en casa, fue nombrado presidente del Congreso, además de dirigir la comisión que elaboró el proyecto de una nueva constitución para la República. En los discursos de esa época puede encontrarse a un Arriaga inconforme con el statu quo, crítico del militarismo y del sistema de propiedad privada imperante en ese momento que permitía acumular grandes extensiones de tierra en unas cuantas manos.
Uno de sus más aciagos momentos ocurrió cuando el presidente Ignacio Comonfort traicionó a la Constitución de 1857 un año después de que fuera promulgada, pues esa carta magna representaba la coronación de gran parte del trabajo de su vida. Así que no lo pensó dos veces y se unió a la legalidad que representó Juárez para la mayoría de los liberales al iniciarse la Guerra de Reforma. Tras el triunfo de don Benito, Arriaga fue comisionado en diversos cargos del gobierno, hasta su fallecimiento en San Luis Potosí el 12 de julio de 1865.
La nota breve "Ponciano Arriaga" del autor Gerardo Díaz se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 109.