Roberto Martínez anotó el primer gol de un mexicano en el Coloso de Santa Úrsula en 1966.
Si bien el juego inaugural del estadio Azteca entre América y el Torino italiano del 29 de mayo de 1966 fue un buen partido de futbol –bastante anecdótico para los amantes de las estadísticas–, muchos aficionados terminaron decepcionados porque ningún mexicano anotó.
El hecho no pasó por alto, sino que fue aprovechado para elaborar apuestas sobre quién haría el gol; incluso surgieron en Distrito Federal versiones sobre la entrega de un importante trofeo para el anotador. Unos decían que el ron Caña Brava impulsaba la campaña, otros que El Universal, y los más atrevidos insinuaron que la película del momento, Caña brava, interpretada por Javier Solís y María Antonieta Pons, se aventuraba a ello por publicidad.
Una semana después, el domingo 5 de junio de 1966 y ante otro gran invitado como lo fue el Valencia español, Roberto Loco Martínez gritó a todo pulmón “¡Fui yo! ¡Fui yo!”. Portaba la playera de Necaxa.
En un partido dominado por los valencianos, que rápidamente se fueron al frente en el marcador, el orgullo necaxista se dejó ver en una gran jugada de Agustín Peniche por la banda, que generó uno de esos centros engañosos que los porteros suelen medir mal. Entonces, el extraordinario José Manuel Pesudo, el mejor en su posición en la España de la época, midió mal la esférica y el Loco aprovechó para entrar con todo al área rival, saltar entre los defensas españoles y mandar el balón a la red.
La voz del estadio celebró la hazaña en grande, pese a que el partido lo ganaría el equipo extranjero por 3 a 1, lo cual ya no importó, pues por fin un nacional estrenaba la portería del Coloso de Santa Úrsula. Así, se demostraba una vez más que los mexicanos somos buenos para la fiesta, aun en la derrota.
Por su parte, el Loco, que se había ganado su apodo a pulso debido a su atrabancada juventud, recibió el trofeo producto de esa anotación en el cine Orfeón de la capital del país, durante el estreno de la película mencionada, lo que hizo que la gente lo conociera también como el Caña Brava, convirtiéndose desde ese momento en un caso de mercadotecnia único.
Pero, como él mencionaba, siempre prefirió que lo llamaran Loco, quizá por la canción homónima entonada por su amigo Javier Solís, su cómplice de varias noches de bohemia y que no pudo observar su logro por su prematura muerte ocurrida un mes antes.
La breve de Deportiva "¡Locura en el Azteca!" del autor Gerardo Díaz se publicó en Relatos e Historias en México, número 114.