Preludio del final de la Decena Trágica

Alejandra Hernández Vidal

Los impactos de metralla se proyectaron hacia casas y negocios de la zona de Balderas y alrededores, que no tuvieron paz hasta concretarse el derrocamiento del gobierno maderista.

 

El domingo 16 de febrero amaneció sin combates después de un acuerdo entre los jefes militares para detener las hostilidades. Esta paz motivó a que numerosas personas salieran a las calles para informarse de las razones del cese, adquirir víveres, visitar a sus familiares y amigos, así como para movilizarse a zonas más seguras, o bien, observar los daños a los edificios en la zona cercana a la Ciudadela.

Sin embargo, poco duró el armisticio, ya que alrededor de las dos de la tarde se reanudó de manera intempestiva el fuego de fusilería, además de la detonación de los cañones que volvió a ensordecer la ciudad y generar pánico en la población que se encontraba en las calles. Por ende, aumentaron de manera considerable los heridos y muertos.

La resolución de Félix Díaz y Victoriano Huerta se precipitó el martes 18 de febrero, cuando el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez fueron hechos prisioneros en Palacio Nacional, junto con el gobernador del Distrito Federal, Federico González Garza, y el general Felipe Ángeles, mientras que el diputado Gustavo Madero y Adolfo Bassó, intendente de Palacio Nacional, fueron conducidos a la Ciudadela, donde sufrieron una terrible tortura por parte de miembros insurrectos del ejército.

El balance y desenlace de esos días aciagos en la Ciudad de México fue positivo para los rebeldes, que intentaron justificar su golpe como una necesidad imperiosa para detener el derramamiento de sangre, asegurar la vida de los residentes extranjeros, promover la reanudación de la actividad cotidiana y restablecer la paz en toda la República, protegiéndola de una intervención extranjera.

Después de conseguir las renuncias del presidente y vicepresidente, y de haber nombrado mandatario interino a Victoriano Huerta, la vida y seguridad de Madero y Pino Suárez se convirtieron en prioridad para las familias y algunos representantes extranjeros que realizaron las gestiones necesarias para obtener el exilio y salvoconductos para dichos gobernantes, aunque sin éxito.

No se sabe en qué momento decidió Huerta la ejecución de Madero y Pino Suárez, pero a las 10:30 de la noche del 22 de febrero dichos prisioneros fueron trasladados en diferentes automóviles a un costado de la Penitenciaría de Lecumberri, donde fueron asesinados.

Las autopsias realizadas por el coronel médico cirujano Virgilio C. Villanueva certificaron dos heridas de bala en el cráneo de Madero, mientras que Pino Suárez recibió trece heridas, igualmente en el cráneo. Hasta el 24 de febrero los cadáveres fueron entregados a sus familiares.

 

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Sangre, muerte y caos