Lou Reed: caminar por el lado salvaje

: Marco A. Villa

Cualquiera puede tocar alguna de mis canciones, ¡cualquiera! Hasta la gente que no sabe tocar la guitarra, se puede sentar y en media hora tocarlas. Puede tocar Walk on the Wild side en diez minutos”, dijo alguna vez Lou Reed. Al expresar esto, quizá el músico neoyorkino de origen judío poco o nada pensaba en el fascinante universo lírico que creaba cada que componía sus canciones, algunas calificadas de corrosivas, otras de inigualables.

 

: Tal vez tampoco pensaba en lo difícil que podría resultar para un imitador el fusionar su ritmo tranquilo con la densa temática de sus letras, la cual ya llevaba tiempo experimentando en carne propia para cuando obtuvo notoriedad en 1972 gracias a su álbum Transformer.

En México y en el mundo Lou fue por fin conocido debido a este que era su segundo disco como solista. Pero el éxito no fue tan abrumador como pudiera pensarse, a pesar de incluir las hoy emblemáticas Heroin, Satellite of Love, Perfect Day y sobre todo Take a Walk in the Wild Side. Tal vez porque en todas ellas predominaba una peculiar ironía que terminó por resultar estrambótica: la crudeza “insoportable” de las letras transcurriendo a la par de una armonía romántica, dulce. Y es que la drogadicción, homosexualidad, celos enfermizos o el travestismo cutre del bar Max’s Kansas City plasmado en Take a Walk… fueron la sustancia de esos versos “bonitos y sencillos” que al tiempo la crítica calificó de impecables.

Desde que volvió a Nueva York en los años sesenta para comenzar a trabajar como letrista en el sello discográfico Pickwick, Lou comenzó a moverse entre las sombras de aquella fulgurante metrópoli cortada por las aguas del Hudson, reaccionando de forma doliente a los sinsabores propios y de las minorías, y en general a la vida marginal en algunos sectores ocultados por el optimismo reinante en la sociedad norteamericana abocada a la consecución del llamado sueño americano, el de los hogares felices. Fue así que desde que Lou se plantó en una calle de Harlem junto con John Gale para tocar su rock a cambio de algunas monedas, dio voz y brillo a lo que se consideraba inmundicia.

A mediados de los sesenta Lou fundó junto con Gale y otros la banda The Velvet Underground, con la que obtuvo renombre hasta que quedó ligada al artista Andy Warhol, luego de ser despedidos del bar Bizarre por tocar sus estridentes piezas que solo ahuyentaban a la audiencia. Warhol, entonces exitoso, compartía con Reed ese universo neoyorkino decadente y provocador al que conocía bien, pues había llegado a trabajar ahí a fines de los cuarenta –su primer trabajo fue la portada para la reedición de un álbum del músico mexicano Carlos Chávez–. Entonces Warhol y The Velvet Underground se vieron trabajando en The Factory con el Exploding Plastic Inevitable, un espectáculo alucinante en el que la banda tocaba acompañada de proyecciones fílmicas y danzas improvisadas.

La ruptura con Warhol y también con su banda llegó pronto, pero marcó el camino de su longeva trayectoria musical de más de una veintena de álbumes de estudio en la que la mayoría de las veces se esmeró para alcanzar notas en las que su guitarra eléctrica sonara con una profunda resonancia. Y después de Transformer e incluso del exitoso álbum Berlín del año siguiente, el rock de Lou Reed siguió llenándose de crudas y sentimentales reacciones ante los temas tabúes y a la vez cotidianos que ocurrían en Nueva York, pero que se replicaban en otros confines de EUA. Por eso, su rock fue disruptivo e innovador tanto en aquella década del hipismo, como en las posteriores.

Así fue como a esta ciudad, a la que consideraba que debía su ADN, la retrató siempre con una sobriedad “espantosa”, creando “toda una mitología desde la calle” que imantó también al público mexicano, ante el cual se presentó en un par de conciertos memorables en 1992 y 2000.

 

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FOTO: LOU REED, TRANSFORMER (PORTADA DE ÁLBUM), RCA RECORDS, 1972

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