Las cámaras portátiles y los orígenes de la fotografía para aficionados

Marco A. Villa

Las frases “ningún conocimiento de fotografía es necesario” y “solo apriete el botón y nosotros hacemos el resto” acompañaron los anuncios publicados en la prensa y vaticinaron el futuro de esta práctica.

 

El siglo XIX llegaba a su fin cuando la posibilidad de que la pareja recién casada, los amigos, la familia, el profesionista o los hermanos y primos sonrieran con más naturalidad que a la fuerza fuera de un estudio fotográfico, de esos que destacaron por décadas en las principales ciudades de México y el mundo, liderados por grandes artistas.

Era 1888 cuando el empresario e inventor estadounidense George Eastman puso por vez primera la experiencia de la fotografía al alcance de cualquiera… que pudiera pagar los veinticinco dólares que costaba su Kodak 540. Solo habría que colgársela enfocar un objetivo y capturar el momento deseado. Las frases “ningún conocimiento de fotografía es necesario” y “solo apriete el botón y nosotros hacemos el resto” acompañaron los anuncios publicados en la prensa y vaticinaron el futuro de esta práctica.

Asimismo, los negativos de placa de vidrio que ocupaban las cámaras profesionales en cada exposición eran reemplazados en este modelo por una película flexible y continua que disponía de cien exposiciones y que, una vez terminada, podría transformarse en algún laboratorio de revelado, tipo de negocio cuya proliferación aparejó la del consumo de esta y otras portátiles que aparecieron después, así como del material correspondiente, del que la empresa que en 1892 fundó Eastman fue un poderoso monopolio alrededor del mundo: la Kodak Eastman Company.

Con el pasar de los años, la presencia de las portátiles en la vida cotidiana alcanzó otros ámbitos profesionales y diversificó sus usos. La misma demanda entre los diversos sectores sociales impulsó también la creación de nuevos modelos y tecnologías. Entre las más significativas puede destacarse la Kodak Brownie, aparecida en 1900 y que en sus primeros años vendió millones de unidades alrededor del mundo a precio de un dólar de aquella época. Se distinguió

por estar dirigida lo mismo a niños que a soldados presentes en el campo de batalla. De igual forma, la posibilidad de obtener instantáneas llegó muy pronto con la propia evolución del modelo.

Memorable es también aquella con tamaño semejante a la de una caja de cerillos, usada por los agentes de la Oficina de Servicios Estratégicos y las fuerzas subterráneas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, así como la afamada Leica (por Leitz Camera) que contribuyó a la evolución del fotoperiodismo desde su aparición en 1925. “Negativos pequeños, imágenes grandes”, fue el eslogan de introducción al mercado de esta cámara de apenas cuatrocientos gramos de peso y objetivos de alta precisión, demostrando que la tecnología tenía también un lugar protagónico en la evolución y propagación de la fotografía personal. Por cierto, con una Leica se capturó aquella escena en la que una niña vietnamita desnuda corre luego de ser quemada por el napalm.

Serían incontables las coyunturas por las que ha atravesado la fotografía portátil hasta llegar a nuestros días, en los que hemos sido testigos de una voluptuosa evolución que en más de un sentido ha quedado ya grabada en nuestras retinas.

 

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Cámaras portátiles