La revolución que sacudió a Cuernavaca

Ricardo Lugo Viñas

Rosa King también hospedó en su hotel Bella Vista al general Victoriano Huerta, sobre quien recordaría la sorpresa que le causaba verlo embriagarse hasta perderse y, sin embargo, despertar lúcido a la mañana siguiente para retomar sus labores.

 

Para 1910 las finanzas de miss King eran más que sólidas. Esto le permitió adquirir el hotel Bella Vista, por recomendación del gobernador Escandón, amigo e ínclito cliente de su salón de té. Y fue así como, desde los balcones y ventanas que daban a la plaza principal de Cuernavaca, pronto fue testigo de primera mano de la entrada de la Revolución en Morelos. Al primero que miró pasar fue a aquel sólido caudillo que se convertiría en el personaje más importante de la revuelta en la región, Emiliano Zapata: “nunca un César entró más triunfante a la ciudad de Roma, que como lo hizo el jefe Zapata con [Manuel] Asúnsolo a su lado, y después de ellos sus tropas”.

Meses más tarde, cuando Madero –ya como presidente– ordenó guerrear sin tregua a los zapatistas que se habían negado a deponer las armas hasta que fueran restituidas las tierras comunales en el estado, el general destinado para liderar la campaña en contra de los insurrectos campesinos, el jalisciense Victoriano Huerta, instaló su cuartel principal en un par de habitaciones del hotel de la señora King, quien escribió: “El General Huerta se quedó en el Bella Vista y me entretenía ver la rigidez de la moral militar cuando este dinámico líder tomó el mando. No permitía ninguna relajación en sus tropas, pero lo adoraban porque siempre los llevaba a la victoria. Él, sin embargo, bebía mucho, y casi todas las noches tenían que llevarlo a su habitación; pero en la mañana se levantaba temprano y lúcido, se le veía como si fuera un hombre que no conocía ni siquiera lo que era el olor de un trago”.

Sabido es que al poco tiempo Madero pidió a Huerta retornar a Ciudad de México y le encomendó al general Felipe Ángeles ocuparse de los zapatistas. Rosa King trabó con Ángeles y su familia una solidaria amistad y siempre se refirió a él como un hombre humano y de ideales con “un gran deseo de entender a la gente contra la que combatía”. En febrero de 1913 una conspiración política y militar desató un frío vendaval de miedo y violencia sobre Ciudad de México y sobre el gobierno del presidente Madero.

 

Ricardo Lugo Viñas. Historiador.

 

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #141 impresa o digital:

El asesinato de Ramón Corona. Versión impresa.

El asesinato de Ramón Corona. Versión digital.

 

Recomendaciones del editor:

El tempestuoso hotel de la señora King

 

Title Printed: 

El tempestuoso hotel de la señora King y la revolución que sacudió a Cuernavaca