Rosa King desocupó su hotel Bella Vista debido a la violencia e inestabilidad provocada por la Revolución. Volvería años después, aunque ya no como dueña, a pasar varias temporadas hospedada en él.
La noche del 9 de junio de 1910 abrió sus puertas el hotel Bella Vista, en el corazón de Cuernavaca, Morelos. Para la inauguración del flamante y renovado mesón, su nueva dueña, la británica Rosa Eleonor King, organizó una íntima recepción a la que asistieron varias personalidades, entre ellas el entonces gobernador del estado Pablo Escandón. Aquella velada fue, en palabras de King, “una noche confusa y embriagadora de luces, música y perfume –del aroma de las flores que estaban por todos lados y el perfume de las mujeres–, caras que flotaban en un interminable fluir”. Y es que la señora King había tomado la resolución de invertir todo su capital en este negocio e instalarse definitivamente en la llamada Ciudad de la Eterna Primavera: “aquí donde todo es paz y belleza –escribiría la propia King–, donde nada ha cambiado ni cambiará jamás”. No sabía el error tan terrible que encerraban sus palabras.
Pronto, al cabo de cinco meses, aquel edén que tanto conmovió a miss King sería subvertido: en noviembre de ese año estallará la lucha social y armada convocada por el coahuilense Francisco I. Madero; una tempestad caerá poco a poco sobre México, tocará a las puertas del apacible hostal de la señora King, se alojará cómodamente en sus habitaciones y, a la postre, se convertirá en un asiduo y distinguido huésped, de rostros disímbolos y hasta contradictorios, que todo lo cambiará para siempre.
Ricardo Lugo Viñas. Historiador.
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