Monterrey se fundó en 1596 en muy pobres condiciones y durante muchos años fue muy poca su población. A finales del siglo XIX la ciudad comenzó a crecer por obra de la industria y el comercio, hasta consolidarse, ahora sí, como una ciudad metropolitana.
En su Historia del Nuevo Reino de León, 1577-1723 (1972), el historiador Eugenio del Hoyo nos dice que la historia de Monterrey había sido un ovillo enredadísimo durante muchos años porque los historiadores se basaron en antiguos documentos que eran leyendas infundadas y que, a medida que pasaban de historiador en historiador, se le iban agregando nuevos errores hasta formar una madeja incomprensible.
En 1737 fue impresa la Crónica de N. S. P. S. Francisco de Zacatecas, del padre José de Arlegui, en la que relata que el valle de la Extremadura (donde se estableció Monterrey) fue descubierto en 1602 por los frailes Andrés de León, Diego de Arcaya y Antonio de Zalduendo. Según ese texto, el virrey Gaspar de Zúñiga, conde de Monterrey, envió a Diego de Montemayor a dicho valle para fundar la ciudad de Nuestra Señora de Monterrey, apellidándola como Nuevo Reino de León.
También refiere que el virrey le otorgó todos los privilegios jurídicos a Montemayor luego de haber sacado licencia del diocesano de Guadalajara, a quien pertenecía dicho reino, y que el primer ministro y cura de Monterrey fue el franciscano fray Andrés de León, quien había descubierto esa tierra y convertido a innumerables indios. Sin embargo, todo es falso: la fecha, los nombres y las circunstancias. Incluso, dice don Eugenio, “de fray Andrés de León no hemos podido encontrar la menor huella en la abundante documentación consultada”.
En 1742 don Matías de la Mota Padilla, en su Historia de la conquista de la Nueva Galicia, repite casi literalmente todo lo del padre Arlegui. En 1838 fray Francisco Frejes publicó su Historia breve de la conquista de los estados independientes del Imperio Mexicano y, sin mencionar a Arlegui, repite lo mismo, pero cambia la fecha de 1602 por 1702.
En 1856 don José Sotero Noriega, en su artículo “Nuevo León” en el famoso y muy difundido Diccionario universal de historia y geografía (conocido como “el de Manuel Orozco y Berra”, debido a que él lo coordinó), mezcla los datos de Arlegui con los del Acta de Fundación de Monterrey, redactada por Diego de Montemayor en 1596 y de la cual se conoció una copia en 1856, cuando el gobernador de Nuevo León, Santiago Vidaurri, ordenó su publicación.
Relata don Eugenio que el señor Sotero Noriega empalma errores sobre los errores y que no solo cambia el nombre del inexistente fundador fray Andrés de León por el de fray Diego de León, sino que añade nuevas leyendas. Dice Noriega: “Al finalizar el siglo XVI (en septiembre de 1596), un religioso franciscano llamado fray Diego de León residente en el convento de esta orden, fundado hacía pocos años en la entonces villa de Saltillo, guiado por algunos indígenas, se dirigió como a veinticinco leguas hacia el oriente de aquella población, con el objeto de establecer una misión en la gran tribu que, según sabía, dominaba a todas las demás de los contornos, y habitaba al pie del gran cerro llamado hoy de la Silla: los jefes de la tribu lo recibieron hospitalariamente, y habiendo sido invitados por el religioso a trasladarse a una llanura que se extiende como a media legua al norte del punto donde hoy se halla Monterrey, accedieron gustosos a ello y lo llevaron a efecto, verificándose de esta manera el establecimiento de una misión en el paraje conocido con el nombre de Piedra Blanca; el capitán don Diego de Montemayor, que acompañaba al padre León, dio a la misión el nombre de villa de Nueva Extremadura; mas el virrey de México, que lo era entonces don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, informado de lo ocurrido, ordenó que todo lo nuevamente descubierto, y a lo que después descubriese, se le llamase “Nuevo Reino de León”; y que la misión fundada fuese la capital del Nuevo Reino, y se llamase “Monterrey”; al mismo tiempo nombró gobernador al citado don Diego de Montemayor, y remitió treinta y cuatro familias de artesanos y labradores para poblar la nueva ciudad, concediéndoles muchas mercedes y privilegios”.
En 1867 el doctor José Eleuterio González, en su Colección de documentos, mezcla, confunde y embrolla los datos de Arlegui y sus varios seguidores con los de la Relación histórica de la colonia del Nuevo Santander y costa del Seno Mexicano (escrita entre 1787 y 1789) del padre Vicente de Santa María, el Acta de Fundación de la ciudad de Monterrey y otros documentos hasta entonces inéditos. También incluye la leyenda de “Urdiñola el Viejo” (supuesto antecesor del capitán Francisco de Urdiñola), urdida por el bachiller Pedro de Fuentes, quien propagó con gran éxito a ese personaje inexistente. El doctor Gonzalitos, como era conocido y que gozaba de enorme prestigio intelectual, incurrió en numerosos errores en la interpretación de las fuentes. Por ejemplo, crea la inexistente Provincia de Charcas, confunde a San Luis Potosí con la villa de San Luis Rey (Monterrey) y habla de Matehuala en una fecha muy anterior a su fundación.
El proceso de rectificación histórica comenzó a darse gracias a la publicación del Acta de Fundación de Monterrey; la aparición de la Colección de noticias y documentos para la historia del estado de Nuevo León, del doctor Gonzalitos, en 1867; la Relación y discursos del descubrimiento, población y pacificación de este Nuevo Reyno de León, de Alonso de León (1643), publicada por Genaro García en 1909; así como por la formidable investigación y depuración histórica realizada por Vito Alessio Robles en su monumental Historia de Coahuila y Texas, editada entre 1938 y 1946. En suma, todas obras que limpiaron de errores y confusiones la historia del noreste de México.
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La historia de Monterrey y sus leyendas