Cuando Hidalgo convocó a las armas en septiembre de 1810, Iturbide se encontraba con licencia, así que tuvo que reintegrarse a su regimiento; sus primeras órdenes fueron combatir a las fuerzas insurgentes en Acámbaro (hoy Michoacán).
Al pertenecer a la élite de Valladolid de Michoacán, Iturbide pudo acceder a la carrera de las armas como parte del Regimiento Provincial de Infantería de Valladolid. Según su hoja de servicios, ingresó a dicho destacamento en octubre de 1797, a la edad de catorce años y con el grado de subteniente, por el que muy seguramente habría pagado una cantidad aproximada de doscientos pesos.
En 1805, el virrey de Nueva España, José de Iturrigaray, ordenó que varios cuerpos de fuerzas milicianas se concentraran en Córdoba, Orizaba, Jalapa y Perote, al cual Iturbide tuvo que trasladarse. Gracias a esta instrucción, pudo conocer e interactuar con algunos otros soldados como Ignacio Allende, Juan Aldama y varios más que después se destacarían como conspiradores en contra del gobierno virreinal. En octubre de 1806, Iturbide fue ascendido a teniente; sin embargo, negocios que lo requirieron en Ciudad de México lo obligaron a solicitar una licencia, razón por la cual se encontraba ahí en septiembre de 1808, cuando se suscitó la prisión del virrey Iturrigaray a manos de los que se oponían a su postura ante los sucesos de la península ibérica.
Vio con buenos ojos la medida tomada por los miembros de la audiencia y el comerciante Gabriel de Yermo, pues apenas unos días después de la aprehensión del virrey, se sumó a la manifestación pública con la que el brigadier Félix María Calleja refrendaba y aplaudía la decisión de investir como virrey al militar veterano Pedro Garibay, por medio de una nota aparecida en la Gaceta de Méjico.
Tuvo una nueva oportunidad de demostrar su patriotismo en el año de 1809, cuando en su natal Valladolid se gestó una conspiración que planeaba dar continuidad a las aspiraciones de autonomía que el Ayuntamiento de México había manifestado un año antes. La conjura fue planeada en secreto por los oficiales Mariano Michelena y García Obeso, y por el clérigo fray Vicente de Santa María; sin embargo, en diciembre de ese año fueron descubiertos y se apresó a sus líderes principales.
Iturbide fue acusado indirectamente de ser el delator de esta conjura ante las autoridades virreinales, pero la realidad es que esta idea solo se basó en el testimonio del propio Michelena, quien señaló que “alguno de los criollos, que aunque nos trataba continuamente entonces, justamente nos era sospechoso y después sirvió decisivamente a la independencia, nos hizo grande daño”. Al final, lo que sí se puede asegurar es que Iturbide se encontraba en Valladolid al momento de descubrirse todo y que participó en la “aprehensión de uno de los primeros conspirantes contra los derechos del rey, la que verifiqué personalmente a costa de trabajos, activas diligencias y no sin algún peligro”.
Su postura estaba muy bien definida hasta ese momento.
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Agustín de Iturbide, de defensor del orden virreinal a independentista