Iturbide en las Batallas del Bajío

Joaquín E. Espinosa Aguirre

La victoria en Salvatierra (hoy Guanajuato) significó para Iturbide su ascenso a coronel, además de que se le concedió el mando del Regimiento de Infantería Provisional de Celaya.

 

La victoria en Salvatierra le traería a Iturbide la distinción más notable hasta ese momento en su carrera militar: recibió el mando del Regimiento de Infantería Provincial de Celaya, el cuidado militar de la provincia de Guanajuato y la comandancia de la División del Bajío. Entre sus principales obligaciones quedaron la de “mantener libres de los enemigos los caminos de su comprensión” así como “escoltar los convoyes que transitasen de las Provincias Internas a Querétaro”. Especial atención debía poner en “proteger la agricultura, activar el comercio, la industria y el laborío de las minas”, con lo que la economía se reactivaría en términos generales.

En diciembre de ese mismo año de 1813, a Iturbide se le presentó una gran prueba cuando tuvo que dirigirse a su ciudad natal de Valladolid para hacer frente a su paisano, José María Morelos, quien había sido nombrado Generalísimo por el Congreso Nacional Americano en septiembre de ese año. “La batalla […] debía tener las más importantes consecuencias, y la suerte del país iba a decidirse entre dos nativos de Valladolid, Morelos e Iturbide, a la vista de la ciudad que había sido su cuna”, en las elocuentes palabras de Lucas Alamán.

Morelos se posicionó en la Loma de Santa María el día 22, acompañado de las tropas de Hermenegildo Galeana, Nicolás Bravo y Mariano Matamoros, que sumaban aproximadamente tres mil hombres. Por su parte, las fuerzas del coronel Iturbide y el comandante general del Ejército del Norte, el brigadier Ciriaco de Llano, arribaron a la loma del Zapote con cerca de dos mil elementos la mañana del día 23.

Al saber eso, Morelos ordenó que Galeana y Bravo se situaran en el flanco por donde llegarían los enemigos, mientras que él simulaba un ataque. Sin embargo, una mala decisión de un “excitado” Galeana precipitó las cosas: este oficial, que había bebido demasiado vino, quiso ganarle a Matamoros la entrada a la ciudad, dejando descubierto a Bravo, sobre quien atacaron Iturbide y Llano.

En tanto, las fuerzas defensivas de la ciudad cargaron sobre el Zapote, por lo que ambos jefes insurgentes quedaron acorralados por una pinza que formaron las fuerzas virreinales. El saldo para los primeros fue de unos 233 hombres que cayeron prisioneros y luego fueron fusilados, además de la pérdida de algunas banderas.

Pero la victoria no estaba conseguida, y la tarde del viernes 24 de diciembre, la Nochebuena, las fuerzas defensivas reorganizaron sus filas al interior de la ciudad, y una vez que la oscuridad de la noche se apoderó de las serranías de las Lomas de Santa María, el coronel se dirigió a hacer el reconocimiento del campo enemigo.

Fue entonces que Iturbide hizo lo inesperado, trepando una “pendiente barrancosa y estrecha”, mientras que el resto de sus hombres continuaban combatiendo, logrando incursionar en el medio de las filas enemigas, provocando un bullicio que hizo que los insurgentes comenzaran a hacer fuego en la dirección del sonido de los cascos de los caballos; es decir, contra sus mismos compañeros.

Pudieron tomar las fuerzas virreinales dos banderas y cuatro cañones del enemigo. Además, sus soldados habían logrado acercarse lo suficiente a la tienda de campaña de Morelos, que por poco no lo cogen a él mismo. Lo que sí lograron fue la captura de su confesor Miguel Gómez, así como herir en un brazo a Juan Nepomuceno Almonte, hijo del Siervo de la Nación. Días después, los insurgentes se volverían a enfrentar a las armas virreinales en Puruarán, donde se confirmaría la ruina del Generalísimo, perdiendo a Mariano Matamoros, su mano derecha.

La fortuna seguiría sonriendo a Iturbide, pues el 1 de septiembre de 1815 tomaría el cargo de comandante general del Ejército del Norte, lo cual representó la cima de su carrera contrainsurgente. Sin embargo, grandes males se avecinaban a la vida del coronel, cuando motivaron su destitución como comandante las acciones que había cometido en sus campañas contrainsurgentes en el Bajío, donde hizo uso indiscriminado de la violencia en contra de las poblaciones, volviéndose un ángel exterminador.

 

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #153 impresa:

Iturbide. Versión impresa.

 

Recomendaciones del editor:

Si desea saber más sobre la Guerra de Independencia y los personajes protagonistas de este periodo, dé clic en nuestra sección “Agustín de Iturbide”

 

Title Printed: 

Agustín de Iturbide, de defensor del orden virreinal a independentista