Col. Liberales de 1857, Del. Álvaro Obregón, D. F., C.P. 01110
“La generación de la Reforma”, “el gran gabinete de Juárez” o “la mejor generación de políticos mexicanos” son algunos de los nombres que reciben aquellos que, según consenso casi general entre los historiadores y estudiosos del siglo XIX, pertenecieron a la generación más brillante de políticos, militares y estadistas que ha tenido nuestro país, sin importar el bando que defendieran. Inmediatamente vienen a nuestra memoria apellidos como los de Juárez, Lerdo, Miramón, Riva Palacio, Comonfort, Doblado y Ocampo, por mencionar algunos.
Tal es el caso de Ignacio Mejía, ministro de Guerra y Marina de 1865 a 1876, a quien le tocó dirigir los ejércitos republicanos en los últimos años de la invasión francesa. Militares de la talla de Porfirio Díaz o Mariano Escobedo tenían que rendirle informes de sus acciones; fue el encargado de ordenar el consejo de guerra de Maximiliano, Miguel Miramón y Tomás Mejía, en el que intentó conmutar la pena de muerte por cadena perpetua.
Mejía nació en Oaxaca en 1814. Estudió en el Instituto de Ciencias y Artes de esa entidad. Hizo sus primeras armas en la Guardia Nacional de su estado. En 1846 estaba inmerso en la política local como diputado, puesto que abandonó para alistarse en el ejército y enfrentar la invasión estadunidense. Luego fue nombrado gobernador militar de Tehuantepec y poco después gobernador interino de Oaxaca (agosto de 1852 a enero de 1853). Apoyó la rebelión de Ayutla y desde entonces defendió al partido liberal. Durante la Guerra de Reforma fue ascendido a general y derrotó a Leonardo Márquez y Mejía en la batalla de Real del Monte.
Durante la invasión francesa estuvo presente en las dos batallas en la ciudad de Puebla. En la del 5 de mayo de 1862 defendió el fuerte de Guadalupe, y en el sitio de la ciudad, un año después, fue tomado prisionero junto con el cuadro de oficiales del general Jesús González Ortega, sólo que, a diferencia de su jefe y otros compañeros, no pudo escapar de sus captores y fue conducido a Francia. Tardó casi dos años en reincorporarse a la lucha pero finalmente alcanzó a Juárez en Paso del Norte, donde recibió el grado de general de división y fue nombrado ministro de Guerra y Marina.
Desempeñó ese cargo hasta que Porfirio Díaz llegó al poder y le cobró su oposición a la rebelión de La Noria (1871) y su falta de apoyo en la de Tuxtepec (1876), mandándolo al exilio, del que regresó cuatro años después para contender, y perder, en las elecciones presidenciales contra Manuel González. Cuando don Porfirio volvió a la presidencia, Ignacio Mejía se retiró definitivamente de la vida pública. Murió en 1906 en su finca de Ayutla, Oaxaca.
“Ignacio Mejía” del autor Luis Arturo Salmerón se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, núm. 58.