General Gerónimo Treviño y la expulsión de los apaches

Mario Cerutti

En la segunda mitad del siglo XX, una de las labores encomendadas a Treviño desde la capital de la República fue la de expulsar definitivamente a los apaches, comanches y familias próximas, por lo que el veterano de la Guerra de Reforma se mantuvo en pie de guerra muchos años.

 

Guerra al bárbaro, ocupación del desierto: La Babia Cuando Díaz accedió al Ejecutivo, en 1876, la región militar noreste quedó en manos de sus más firmes aliados locales: Gerónimo Treviño y Francisco Naranjo. Ambos jefes, entre otras tareas, se hicieron cargo de la fase final de expulsión hacia el noroeste de apaches, comanches y familias próximas. Gerónimo Treviño comandó muchas de estas expediciones hacia los rincones más extremos de Coahuila y las cercanía de Chihuahua, tarea acentuada durante el mandato de su amigo y socio Manuel González.

Se iniciaban los tiempos en que estos dos militares y el propio González pretendían apropiarse de centenares de miles de hectáreas y las compañías deslindadoras constituyeron una de las herramientas a utilizar. La documentación de esos años, precisamente, ofrece numerosas pistas sobre las oportunidades que fueron brindadas para concretar una ocupación distinta del desierto.

En junio de 1881 el mandatario González firmó la concesión para que el licenciado Emeterio de la Garza (abogado, nuevoleonés, gran colaborador en estas gestiones) organizara dos sociedades para medir terrenos en el centro-norte de Coahuila, áreas limítrofes de Chihuahua y en distritos septentrionales de Nuevo León y Tamaulipas. Presidente y uno de los principales accionistas de estas sociedades era Gerónimo Treviño. La primera de ellas midió 2,647,445 hectáreas y se quedó con 882,540. La segunda mensuró 1,073,344. La tercera parte, de 691,109 hectáreas, quedó bajo su control.

Dentro de la primera zona demarcada, Gerónimo Treviño formaría una inmensa hacienda: La Babia, cuyo antecedente colonial fue un antiguo presidio. Los terrenos eran abundantes en agua y pastos de calidad. Según el informe Gresswel, que se encargó en 1891 de auscultar las zonas carboníferas, La Babia se constituyó en “el establecimiento central de la enorme propiedad” del general: en ella trabajaban “como doscientos hombres” para construir presas y sistemas de irrigación, fomentar la agricultura, organizar los ganados y “últimamente, explotar el carbón”. La mayoría de estas actividades continuaron hasta la muerte del antiguo cacique: la llegada del ferrocarril, el mercado de Estados Unidos y su acercamiento económico social con prestigiosas familias de Monterrey coronarían su exitosa trayectoria empresarial.

 

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General Gerónimo Treviño. De las armas a las grandes empresas