Espías nazis en México: amante del tequila y los corridos

Ricardo Lugo Viñas

Hilda Krüger y Goebbels sostuvieron una malograda relación sentimental durante algunos años, hasta que se tornó insostenible. El poderoso ministro le ofreció enviarla a EUA, para continuar su carrera y buscar fortuna en las casas productoras de Hollywood.

 

La OSS, antecedente directo de la CIA, le siguió los pasos a Hilda Krüger desde que, procedente de Londres, arribó a territorio norteamericano. En Alemania había incursionado en el teatro y trazado algunos pininos en el cine. Había adquirido nupcias con un joven alemán de origen judío pero dicho matrimonio no floreció. Mediante la industria y el mercado de vanidades del cine, conoció a uno de los más encumbrados políticos de la Alemania nazi: Paul Joseph Goebbels, el todopoderoso ministro de instrucción pública y propaganda del Tercer Reich, mano derecha de Hitler y caudillo de la industria cinematográfica nazi.

Hilda y Goebbels sostuvieron una malograda relación sentimental durante algunos años, hasta que se tornó insostenible. El poderoso ministro le ofreció enviarla a EUA, para continuar su carrera y buscar fortuna en las casas productoras de Hollywood. Su paso por el cine en EUA fue mediocre y apenas perceptible. No así sus relaciones políticas: el cónsul de Alemania en Los Ángeles la presentó con el jet set de la época. Así conoció al multimillonario petrolero Jean Paul Getty, hombre muy cercano al clan de los Kennedy, cuyo patriarca era un germanófilo declarado, con quien se involucraría afectivamente.

Pero parece que a Hilda se le ordena una nueva misión. Así, en los primeros meses de 1941 cruza a México, con la doble intención de infiltrarse en el circulo dorado del nuevo gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho y apoyar la red de espionaje de George Nicolaus.

Rápidamente, frecuenta lugares de postín en Ciudad de México y fiestas con la farándula mexicana. Esto le permite seducir a Mario Ramón Beteta, entonces subsecretario de Hacienda, quien, más tarde, le presentará a Miguel Alemán. Además de Casa de mujeres (1942), Hilda participó en México en tres películas más: Adulterio (1943), un drama basado en una obra de Benito Pérez Galdós; Bartolo toca la flauta (1945), compartiendo pantalla con Manuel Medel y Katy Jurado; y El que murió de amor (1945) con las actuaciones de Julián Soler y Pita Amor.

Amante del tequila y los corridos

Hilda, que amaba el tequila y los corridos mexicanos y que siempre negó ser una espía, logró esquivar las sospechas que pesaban en su contra y se mantuvo en México hasta 1945, se dice que gracias a la protección de Miguel Alemán, quien le arregló un matrimonio con un político mexicano. Se refugió en EUA, donde pasó sus últimos días. De acuerdo con el historiador Carlos Inclán, hay mucha suspicacia, dudas y fantasía sobre la verdadera labor de Krüger en México a favor del Tercer Reich.

Por otra parte, una de las más íntimas amigas de Hilda en México, Ida Rodríguez  Prampolini, siempre afirmó: “No puedo creer que haya sido espía, pero me imagino que los espías no se declaran espías fácilmente”.

 

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Los espías nazis en México