En memoria de Javier Villarreal Lozano

Los lectores dicen

La redacción

El 24 de octubre pasado se nos fue el maestro saltillense Javier Villarreal Lozano, miembro del Consejo Editorial de esta revista y uno de sus colaboradores más constantes.

 

De espíritu humanista y siempre generoso, lo recordamos por su característico humor norteño, su fina y amena escritura, pero también por su actitud rigurosa y crítica en sus estudios sobre el pasado y sus miradas sobre el presente. Su fallecimiento ha dejado un gran vacío y representa una enorme pérdida no solo para la historia y el periodismo, sino para todo el ámbito cultural mexicano.

Impulsor y director del faro coahuilense Centro Cultural Vito Alessio Robles desde su fundación en 1999, catedrático decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila –en la que formó a más de treinta generaciones de estudiantes–, así como colaborador asiduo de distintas publicaciones periódicas hasta sus últimos días de vida, su trayectoria abarca una sobresaliente labor de décadas en el ejercicio periodístico, los estudios históricos y la difusión cultural –con énfasis en sus otras pasiones: las artes visuales y la literatura–, en diversos tiempos y ámbitos.

Don Javier era un escritor con “garra” –como él mismo calificaba a quienes sabían atrapar al lector e invitarlo a seguir leyendo–. En Relatos e Historias en México contamos con su respaldo desde las primeras ediciones, cuando allá por diciembre de 2008 publicó un artículo sobre La sucesión presidencial en 1910 de Francisco I. Madero, hasta poco antes de su fallecimiento, pues el mismo octubre pasado apareció su texto sobre el escritor español Vicente Blasco Ibáñez en las páginas de esta revista. En esos doce años de amistad, magisterio y complicidad con este proyecto editorial, destacaron sus artículos que nos ayudan a comprender mejor los hechos y protagonistas de la Revolución mexicana (en especial, la figura del también coahuilense Venustiano Carranza), pero también sobre lugares, acontecimientos y personajes coahuilenses sacados de la alfombra del olvido, como el presidente Melchor Múzquiz, los pintores Francisco de P. Mendoza y Xavier Guerrero, el Hospital Real de Monclova, la ilusoria República de Río Grande, las primeras fotografías de guerra en el mundo (tomadas en Saltillo), la batalla de Santa Isabel de 1866 (durante la intervención francesa) o la de La Angostura de 1847 (en la invasión estadounidense), además de historias sobre la frontera con Estados Unidos, como la vida apache o los negros que emigraron a México huyendo de la esclavitud en el siglo XIX.

Don Javier estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (antigua Academia de San Carlos) de la UNAM, aunque pronto se inclinó por su vocación de periodista e inició una larga y prolífica carrera que incluyó colaboraciones para Excélsior, Unomásuno, El Financiero, El Sol del Norte, El Diario de Coahuila, Vanguardia y Zócalo de Saltillo, entre otros. También fue director de El Heraldo de Saltillo, El Tiempo de Monclova, El Coahuilense y Espacio 4. Su labor en los medios se conjugaba con su pasión por la docencia y la escritura histórica. Entre sus obras destacan: Coahuila, semblanza histórica (1990), Los ojos ajenos. Viajeros en Saltillo, 1603-1910 (1993), Cartas de Querétaro. Saltillenses en la caída del Segundo Imperio (2005), Venustiano Carranza. La experiencia regional (2007), o el libro infantil Abuelo, cuéntame cómo era Saltillo (2018), así como la edición de Memorias y Diario de Vito Alessio Robles (2013), de El Constitucionalista (2019), o la coordinación de Carranza, legado y trascendencia (2020).

Fue miembro de número del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas y miembro corresponsal de la Academia Mexicana de la Historia. Recibió la Medalla Miguel Ramos Arizpe al Mérito Universitario, otorgada por la Universidad Autónoma de Coahuila, así como el Premio José C. Valadés 2018 a la Trayectoria en el Rescate de Memorias y Testimonios, otorgado por el INEHRM.

Sin duda, la partida de Javier Villarreal deja un profundo vacío. Nos hará mucha falta, pero también nos deja un enorme y valioso legado. Desde aquí le rendimos un merecido homenaje y nos unimos a la pena que embarga a sus familiares y amigos. Descanse en paz, maestro.

 

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