El Zarco, un bandido de ojo azul

Ricardo Lugo Viñas. Historiador

El Zarco era el líder de una banda criminal que se denominaba así misma “Los Plateados”, unos “bandidos que hacían ostentación exagerada de adornos de plata en sus vestidos y especialmente en sus sombreros

 

En uno de los capítulos iniciales de la novela El Zarco, del escritor y abogado tixtleño Ignacio Manuel Altamirano, el autor se pregunta a sí mismo: ¿quién es el Zarco? Y líneas más abajo se responde: “el famoso bandido cuyo renombre había llenado de terror toda la comarca […] Era joven, no tenía mala figura; su color blanco impuro, sus ojos de ese color azul claro que el vulgo llama zarco, sus cabellos de un rubio pálido y su cuerpo esbelto y vigoroso, le daban una apariencia ventajosa; pero su ceño adusto, su lenguaje agresivo y brutal, su risa aguda y forzada, tal vez le habían hecho poco simpático a las mujeres”.

Además, el Zarco era el líder de una banda criminal que se denominaba así misma “Los Plateados”, unos “bandidos que hacían ostentación exagerada de adornos de plata en sus vestidos y especialmente en sus sombreros, lo que les había valido el nombre con que se conocían en toda la República”, aunque ellos se autodefinían como excombatientes de la Guerra de Reforma y veteranos de la Revolución de Ayutla. Y en cierta forma era cierto, todo había comenzado con un héroe nacional: el militar Juan Álvarez, que había enquistado su poder en la región y al que la gente acusaba frecuentemente de orquestar robos, secuestros, despojos, desapariciones.

Nuevamente escribe Altamirano: “El carácter de aquellos plateados (tal era el nombre que se daba a los bandidos de esa época) fue una cosa extraordinaria y excepcional, una explosión de vicio, de crueldad y de infamia que no se había visto jamás en México”. Y es que, de acuerdo con el investigador Carlos Barreto, “la célebre banda de Los Plateados, representó el máximo auge del bandolerismo durante el siglo XIX en el territorio que hoy ocupa el estado de Morelos”.

“Que se escondan las familias que ahí vine el Zarco o Palo Seco”. Uno de los fundadores de Los Plateados fue Salomé Placencia, que provenía de las filas simpatizantes del movimiento militar y político de Juan Álvarez. Muchos refieren que los orígenes de Los plateados los podemos ubicar en una suerte de rescoldo de la Revolución de Ayutla, aunado a la propuesta federal de la conformación, en 1847, de una Guardia Nacional –que más bien fue una especie de guardia cívica, campesina y de autodefensa– y a la “politización” a la que estuvieron sometidos durante casi todo el siglo XIX los campesinos de la región de Tierra Caliente. A la muerte de Juan Álvarez, en 1867, y con el decreto de fundación del estado de Morelos, en 1869, Los Plateados se desdibujaron notablemente del panorama regional.

 

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