El 11 de febrero de 1931, en la catedral de Notre Dame de París, Antonieta Rivas Mercado se dio un tiro en el corazón y puso fin así a una corta pero productiva y apasionada vida dedicada al impulso de las artes y de los valores democráticos en nuestro país.
Esta mujer excepcional nació en Ciudad de México en 1900. Fue hija del famoso arquitecto y escultor Antonio Rivas Mercado, entre cuya obra destaca la Columna de la Independencia de la capital del país y la Victoria que la corona, a la que llamamos Ángel.
Bajo la guía de su padre, se educó en un riquísimo ambiente cultural; aprendió música, danza y otras artes desde niña. En cambio, su vida privada estuvo marcada por una serie de desventuras que la orillaron al suicidio.
Luego de un divorcio muy complicado en el que perdió la custodia de su único hijo, por el que no dejó de pelear en los tribunales y fuera de ellos; destruida por la temprana muerte de su padre; enfrentada a una sociedad que negaba a las mujeres la posibilidad de abrirse camino, Antonieta conoció en 1926 a los poetas Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, en cuya revista Ulises empezó a escribir al año siguiente.
Más tarde, Antonieta invirtió buena parte del caudal heredado de su padre en financiar la música, el teatro y la pintura que cultivaban artistas como Carlos Chávez, Miguel Rodríguez Lozano y varios más.
En 1929 conoció a José Vasconcelos, el apasionado filósofo y educador que se había lanzado como candidato presidencial en contra del recién nacido partido oficial y que exigía la instauración de aquel orden democrático soñado por Francisco I. Madero. Entonces se entregó con devoción y vehemencia a la cruzada vasconcelista y se vinculó afectivamente a su líder.
Antes de las elecciones en las que Vasconcelos sería derrotado por la aplanadora del partido oficial, Antonieta, enferma, tuvo que salir del país. Más de un año luchó contra las afecciones que habían puesto fin a su infatigable actividad, lo que sumado a la larga serie de desventuras que la había afligido, a la derrota de su querido José y a los desencantos que complicaban su relación con él, se quitó la vida disparándose al corazón con la pistola del propio Vasconcelos, con quien había estado la noche anterior.
El suicidio de Rivas Mercado en la catedral de Notre Dame inundó los periódicos parisinos. Permaneció sepultada en un cementerio de Francia hasta que finalizó la concesión de su tumba; como nadie se ocupó de su osamenta, fue enviada a la fosa común. Por su parte, Vasconcelos rechazó la pistola que la policía francesa quería regresarle.
La breve "El suicidio de Antonieta Rivas Mercado" del autor Luis Salmerón, que se publicó en Relatos e Historias en México, número 114.