El motín de 1871 contra la reelección presidencial de Benito Juárez

Soren De Velasco Galván

Mientras Tampico se encontraba sitiado por las fuerzas federales, el general Sóstenes Rocha ordenó bombardear las fortificaciones del puerto para quebrar la defensa de los alzados. El 11 de junio de 1871 terminó el sitio a Tampico, con 245 muertos y 76 heridos entre los sublevados, así como 335 prisioneros. En las filas federales hubo 110 muertos y 245 heridos.

 

El asalto

3:00 a. m., 11 de junio de 1871. La sosegada noche que se cierne sobre las riberas del río Pánuco es rota por los disparos de las baterías de brecha y de morteros de la República, las cuales arrojan una lluvia de fuego que hace crujir las vigas, esparcir las astillas y retemblar las paredes. La artillería del gobierno pretende demoler las fortificaciones y, de esta manera, socavar la voluntad de pelea de los sitiados. Al mismo tiempo, trescientos tiradores selectos cuya misión es proteger el avance de las columnas de asalto, además de pelotones de zapadores equipados con escalas de asalto, hachas, palas y picos, esperan agazapados a que termine el bombardeo.

El general Sóstenes Rocha dispuso tres columnas de ataque, lideradas por Diódoro Corella, Adolfo Alcántara y José Ceballos, así como una de reserva, mandada por Guillermo Carbó. A las 4:00 a. m. avanzaron, con las banderas desplegadas y la bayoneta calada, a paso veloz. Entonces, las cornetas rebeldes convocaron a la defensa y sus tropas desataron un diluvio de balas sobre los soldados de la República.

La primera columna juarista capturó la línea del Cascajal y, junto con parte de la segunda, asaltó la Casa Mata. Entonces, la reserva rebelde hizo su aparición, y los atacantes y defensores escenificaron una coreografía bélica en donde los movimientos letales fueron la esgrima con la bayoneta, el golpe de culata, la estocada con la espada, el amago del puñal y el disparo de fusil a quemarropa.

Rocha envió refuerzos a paso veloz rumbo a la Casa Mata. A los diez minutos, su tropa escalaba los parapetos. En aquel momento, “a sablazos fueron rotos los cables que detenían el puente levadizo, que cayó; en el acto se precipitaron las tropas asaltantes dentro del edificio, y el que no se rindió prontamente, fue pasado a la bayoneta”.

Con la caída del principal baluarte enemigo, las fuerzas republicanas concentraron sus energías en el fuerte Iturbide. Rocha ordenó que los obuses de dieciséis centímetros dispararan contra el edificio y que Corella lo tomase a viva fuerza. Luego de quince minutos de cañoneo, se izaron banderas blancas y las tropas federales ingresaron al reducto, en donde no había más que muertos y heridos.

El frío acero de las bayonetas del Supremo Gobierno había provocado 245 muertos y 76 heridos entre los sublevados. Asimismo, se capturaron 335 prisioneros, dos banderas y un sinnúmero de cajas de guerra, cornetas y guiones. En las filas de la República hubo 110 muertos y 245 heridos, entre ellos, los generales Alcántara y Ceballos.

Tras la victoria, Rocha y Corella fueron ascendidos a generales de división y de brigada, respectivamente. De igual forma, Carbó y García lograron promociones. Por último, las fortificaciones de Tampico fueron demolidas.

 

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Soren De Velasco Galván. Maestro en Ciencias Económicas y Administrativas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes; estudió Relaciones Internacionales en la London School of Economics. Profesor en la Universidad Tecnológica del Norte de Aguascalientes, es columnista de temas globales en La Jornada Aguascalientes y editor del suplemento sobre asuntos internacionales Jesús Terán, del mismo diario. Colaboró en el libro Tras los pasos de Jesús Terán (2016).

 

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