El invento de la acera

Arnaud Exbalin

La creación de aceras respondió a la necesidad de aislar al peatón del tránsito vehicular con la intención de protegerlo de algún accidente. Sin embargo, con estas también se imponía la preferencia del transporte sobre los caminantes en la ocupación del espacio público.

 

Debido a la moda anglófila, el ciudadano anónimo también propone inspirarse en el modelo londinense y generalizar la construcción de aceras. Cada nueva calle deberá contar con una “acera cuyo ancho no podrá ser menor de cuatro pies”, es decir, 130 centímetros.

Destinada a un gran futuro, esa medida deja pensar que, de forma muy temprana, las políticas de gobernanza urbanística prefirieron ordenar la ciudad separando los flujos vehiculares de los peatonales, atribuyendo a este último el menor espacio.

Si bien se sabe que existieron en la Roma imperial, las aceras desaparecieron paulatinamente de las ciudades medievales debido al trazado demasiado complejo de estas últimas. Reaparecerán en las urbes occidentales hasta la época moderna, cuando irán remplazando mojones y pretiles, primero en Londres y las grandes ciudades inglesas desde finales del siglo XVII, pero también en algunas ciudades del Nuevo Mundo, como la de México, donde una decena de kilómetros de aceras se construirán en la década de 1790.

Al imprimirse la Moción contra las carrozas casi no existía ninguna acera en las calles de la capital, salvo en el Puente Nuevo (Pont Neuf), en el Puente Real (Pont Royal) y en el barrio del Odéon. Habrá que esperar hasta el siglo XIX para que se desarrollen, empezando por las zonas céntricas, ya que los suburbios seguirán mal equipados hasta principios del XX. Desde su invento, la acera salvó, sin duda, la vida de millones de citadinos en el mundo. Su historia, que es la de las relaciones entre peatones y coches en un medio urbano, aún falta por escribirse.

Al fin y al cabo, tanto en las postrimerías del siglo XVIII como en la gestión de la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo, el coche, ya sea de caballo, de motor térmico o eléctrico, sigue cuestionando los usos públicos de la calle, mientras numerosos citadinos siguen soñando con su prohibición.

 

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #151 impresa o digital:

Guerra de Castas. Versión impresa.

Guerra de Castas. Versión digital.

 

Recomendaciones del editor: Si desea conocer más historias sobre la vida cotidiana en México, dé clic en nuestra sección “Vida Cotidiana”

 

Arnaud Exbalin. Doctor en Historia por la Universidad de Aix-Marseille (Francia) e investigador del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos y de la Casa de Velázquez de Madrid. Sus ejes de investigación son los mundos urbanos, el control y las regulaciones sociales, las castas y el mestizaje, así como las reformas policiales en el siglo XVIII en ciudades latinoamericanas. Sobre estos temas ha publicado diversos artículos y coordinó la recopilación Collection de documents pour comprendre les Amériques. Le Mexique (v. 1, 2013).

 

Title Printed: 

Una ciudad sin coches