El Imperio se desmorona

Pedro Salmerón Sanginés y Luis Arturo Salmerón

El 2 de abril de 1867, las fuerzas del Ejército Republicano de Oriente, encabezadas por el general Porfirio Díaz, tomaron la ciudad de Puebla defendida por los partidarios del emperador Maximiliano y algunos legionarios austriacos, últimos restos del ejército invasor, mayoritariamente francés, que había sido combatido sin descanso por los mexicanos hasta obligarlo a abandonar el país.

 

La toma de Puebla por las fuerzas de Porfirio Díaz acabó con las últimas esperanzas de los imperialistas, reduciéndolos a las ciudades de México y Querétaro, imposibilitando su estrategia ofensiva, por lo que justamente se considera el penúltimo acto de la gran gesta que en la década de 1860 afirmó nuestra nacionalidad.

La mayoría de los mexicanos respaldaron la legalidad republicana encarnada por el presidente Benito Juárez, quien se mantuvo firme en la adversidad llevando el gobierno cada vez más hacia el norte, fuera del alcance de los ejércitos franceses, mientras que a lo largo de todo el territorio nacional muchos mexicanos se armaron y organizaron para repeler la agresión extranjera. Esta infatigable resistencia obligó al emperador de los franceses a retirar su ejército a fines de 1866, dejando a Maximiliano con el único apoyo de sus partidarios mexicanos y de los pequeños destacamentos austriacos y belgas.

Entonces, los numerosos guerrilleros mexicanos se unieron en cuatro grandes ejércitos: el del Norte, encabezado por Mariano Escobedo; el del Centro, del general Vicente Riva Palacio; el de Occidente, que mandaba don Ramón Corona, y el de Oriente, puesto a las órdenes de Porfirio Díaz; y mientras los tres primeros fueron acorralando en Querétaro a Maximiliano y la mayor parte de sus partidarios, el Ejército de Oriente, luego de las victorias de Miahuatlán, La Carbonera y Oaxaca, puso sitio a Puebla, cuyos defensores eran parte fundamental de un ejército que, luego de derrotar a Díaz, correría al auxilio de Maximiliano. Pero antes de ser cogido entre los defensores de Puebla y un importante ejército que salía de la Ciudad de México al mando de Leonardo Márquez, Díaz ordenó un sorpresivo y bien pensado ataque que acabó con la resistencia de los defensores de Puebla: dividió a sus tropas en varias columnas de asalto, tres de las cuales llevarían a cabo un ataque falso sobre el convento del Carmen, logrando así que el enemigo descuidara la defensa de los puntos por los que, en realidad, se pretendía penetrar en la ciudad. A las 2:45 de la madrugada del 2 de abril, los 18 cañones con que contaba el ejército de Oriente abrieron fuego sobre las posiciones del Carmen y las columnas encargadas de distraer al enemigo iniciaron su ataque. Poco tiempo después, en perfecta sincronía con el plan, el resto de las columnas se lanzaron al ataque de los diversos puntos que les habían sido asignados. Al medio día, la plaza fue ocupada y el ejército republicano inició la persecución del ejército de Márquez hasta encerrarlo en la Ciudad de México, quedando Maximiliano en Querétaro abandonado a su suerte y sitiado por las fuerzas de Escobedo, Corona y Riva Palacio. El Imperio se desmoronaba: poco después se rindió Maximiliano dando el triunfo definitivo a la República.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “El Imperio se desmorona” de los autores Pedro Salmerón Sanginés y Luis Arturo Salmerón y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 26.