La fundación del Banco de Nuevo León en 1892 dio un fuerte impulso a los negocios de la familia Madero, así como al desarrollo empresarial de Monterrey.
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La fundación del Banco de Nuevo León (inaugurado en octubre de 1892) asumió una gravitación imposible de no señalar, tanto en la marcha de los negocios de la familia Madero como en los indicadores que evidencian la evolución de Monterrey. Según el tan apologético José Vasconcelos, el Banco de Nuevo León se convirtió “indirectamente [en] el eje de los negocios de la familia Madero”. Sin abandonar Parras, proyectando inversiones hacia otros puntos del noreste, Evaristo Madero y sus descendientes ubicarían nuevamente a Monterrey como uno de sus principales núcleos de operaciones: la ciudad nuevoleonesa sería escenario de la intervención familiar en numerosas empresas, aunque algunas ubicadas en otros lugares del noreste (muy visible, por ejemplo, en minería).
Desde Monterrey y –lo más importante– con socios de esa ciudad, los Madero se reproyectarán para multiplicar su preponderancia empresarial. Inferencia que se reafirma si se tiene en cuenta que durante los noventa varios miembros de la familia residían en la urbe regiomontana: el mismo Evaristo estrenó allí casa en 1895, tiempo después de morir su segunda esposa, Manuela Farías; Ernesto Madero, uno de los grandes protagonistas en vísperas del siglo XX, se aposentó en Monterrey en estos años, y varias hijas de Evaristo (Pudenciana, Victoriana y Carolina) contraerán matrimonio con conspicuas figuras de los negocios y la alta sociedad local.
Observemos los mecanismos. A través de dos de sus hijos, Evaristo se unió con vigor a la ya citada familia González Treviño. El vástago mayor, Francisco (padre del futuro presidente Francisco Ignacio), se casó con Mercedes González Treviño. Pudenciana Madero era esposa de Lorenzo, el primer socio del magnate. Pero los González Treviño eran personajes de altura en materia empresarial: destacaban en el comercio, la tenencia de tierras, y en industria y minería. Y sobre todo, varios de sus miembros estaban unidos matrimonialmente a las familias más influyentes del entorno local: Jesús (con una Zambrano); José (con Concepción Sada Muguerza); Guadalupe (con otro Zambrano); los ya citados Lorenzo y Mercedes, con los Madero; Mariano, a su vez, era marido de María Lafón (también de apellido significativo), y la hermana restante, Ana González Treviño, era esposa de un auténtico zar de los negocios: Antonio V. Hernández Benavides (cuñado y socio de Evaristo Madero, gerente del Banco de Nuevo León y, con Francisco Madero, conductor de la firma Madero y Hernández, entre una variadísima arquitectura de negocios).
Hay que añadir aún a Carolina y Victoriana Madero, hijas del matrimonio de Evaristo con Rafaela Hernández. Notoria resultó la unión de Carolina con el licenciado Viviano L. Villarreal, proveniente de una familia terrateniente en gran escala. Viviano era elemento sobresaliente del sector ilustrado de la sociedad regiomontana: gobernador de Nuevo León entre 1879 y 1881, ocuparía ese cargo otra vez en 1911. Diputado en 1877 y magistrado en 1909, fue apoderado de Evaristo y presidente del Banco de Nuevo León desde su fundación. Victoriana Madero, en tanto, era esposa del doctor Melchor Villarreal, hermano de Viviano.
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