En 1804 William Shaler comenzó a escribir su Diario sobre su viaje entre China y la costa noroeste de América. En este plasmó lo encantado que quedó con las posibilidades que ofrecía el territorio californiano, al cual consideraba mal explotado por España.
El mismo año del inicio de la revolución de las Trece Colonias angloamericanas (1776), el capitán James Cook zarpaba de Plymouth en Inglaterra para iniciar el viaje que daría a conocer el valor de las pieles de nutria y de las focas del Pacífico Norte. En 1783, Inglaterra reconoció la independencia de los Estados Unidos y al siguiente año se publicó el Diario de Cook, donde señalaba la importancia del océano Pacífico para las potencias mundiales. Antes de la aparición del relato de Cook, su compañero de viaje John Ledyard había informado al comerciante estadounidense Robert Morris, amigo de Thomas Jefferson, de la existencia de la valiosa nutria de la costa del noroeste del Pacífico, es decir, en las Californias novohispanas.
Las autoridades españolas conocían el valor de las pieles de nutria. En 1784, Vicente Vasadre había presentado un plan ante la Corte de Madrid para realizar un activo comercio de estas con China vía Manila. Las pieles californianas, sostenía Vasadre, se venderían a excelentes precios en Cantón y dicho comercio sería administrado por los misioneros que regularían las transacciones entre los barcos españoles y los habitantes de las Californias. Las ganancias se destinarían a la compra de azogue para las minas de la Nueva España. En China y Rusia las pieles de nutria alcanzaban precios muy altos, lo cual explica que, para 1801, quince barcos de Estados Unidos surcaran el Pacífico Noroeste. En 1802, quince mil pieles de nutria fueron vendidas en Cantón por comerciantes estadounidenses, y diez mil por rusos.
Shaler y Cleveland eran unos de varios mercaderes estadounidenses, conocidos en castellano como “bostoneses”, que navegaban hasta el estrecho de Magallanes en el Cono Sur y subían a lo largo de las costas de Chile, Perú, Centroamérica y Nueva España hasta llegar a Alaska, en busca de las preciadas pieles de nutria. En 1803, Shaler y su socio compraron trescientas de ellas para venderlas en China. En ese mismo año tuvo lugar un hecho de graves consecuencias para las Californias novohispanas: el pacto ruso-estadounidense para la adquisición directa e ilegal de nutrias en la Baja y Alta Californias. Joseph Burling O’Cain (O’Keane u O’Kain, para otros), marino y comerciante de Estados Unidos, y el gobernador ruso de Alaska, Alejandro Baranov, acordaron unir sus fuerzas para dar caza a los mamíferos.
Las autoridades virreinales y californianas, cansadas de los abusos de barcos ingleses, rusos y estadounidenses, intentaron impedir la matanza exagerada de las nutrias, pero, como la demanda de sus pieles crecía en la China y la Rusia imperiales, las Californias y su preciada fauna se volvieron sumamente deseadas por varias potencias.
Guadalupe Jiménez Codinach. Doctora en Historia por la Universidad de Londres. Ha sido profesora e investigadora de la Universidad Iberoamericana; actualmente es asesora de Fomento Cultural Banamex, A. C. Curadora de exposiciones históricas para el INAH, el Museo Nacional de Historia y otras instituciones. Autora de numerosos libros y artículos publicados en revistas especializadas. Ha recibido el Premio Nacional de Investigación Histórica sobre la Independencia Mexicana “Ernesto de la Torre Villar”, así como el Premio Antonio García Cubas. Entre sus libros se hallan La Gran Bretaña y la independencia de México, 1808-1821 (1991), El mundo hispánico, 1492-1898 (1994) y México: su tiempo de nacer, 1750-1821 (1997).
Jiménez Codinach, Guadalupe. “A la conquista de las Californias”, Relatos e historias en México núm. 142, Pp. 22-29.
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