El virrey Calleja consideraba que no había nadie con el genio audaz y emprendedor de Morelos en toda Nueva España. Por eso, después de haberlo capturado, desplegó toda su poderosa maquinaria para consumar su obra de aniquilamiento, moral y material, en la figura del insigne prisionero.
Después de las derrotas del ejército de Morelos en su intento por tomar Valladolid, el 24 de diciembre de 1813, y en Puruarán el 5 de enero de 1814, por el ejército realista de Agustín de Iturbide y Ciriaco de Llano, Morelos logra llegar a Coyuca.
Es perseguido por las tropas del coronel Armijo y se desplaza por Ajuchitlán y Tlacotepec para finalmente establecerse en Acapulco donde logra rehacerse con más de mil hombres. Es marzo de 1814. En una carta a Andrés Quintana Roo, le dice: “Es preciso llevar con paciencia las adversidades y si no fuera arrogancia, añadiría que aún ha quedado un pedazo de Morelos y Dios eterno”.
De Acapulco, Morelos parte a Tecpan, perseguido todavía por Armijo, y por Petatlán llega finalmente a Zacatula. Se establece en las montañas de Atijo, en su campamento de Agua Dulce, cerca de Churumuco, lugar que conocía perfectamente. En junio de 1814 llega a Uruapan, en donde se halla el Congreso Nacional custodiado por tropas insurgentes bajo el mando de su amigo, el licenciado José María Izazaga.
En Uruapan permanece tres meses y medio, donde realiza actividades políticas y legislativas antes de partir a Apatzingán, en donde será promulgado el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana o Constitución de Apatzingán, del 22 de octubre de 1814.
En cuatro años Morelos había logrado grandes triunfos bélicos: en Veladero, Tixtla, Cuautla, Huajuapan, Orizaba, Oaxaca, Acapulco, Tecpan, Chilpancingo, Chilapa, Tenancingo y Cuernavaca. Pero la dolorosa derrota en Valladolid-Puruarán, entre diciembre de 1814 y enero de 1815, anuló las ventajas de las anteriores victorias; sin embargo, sus ideas políticas, jurídicas y sociales habían coagulado en el Congreso de Chilpancingo, con las bases legislativas en los Sentimientos de la Nación y su concreción en la Constitución de Apatzingán.
Después de permanecer nueve meses en el sur de Michoacán, el Congreso decide partir a Tehuacán, Puebla, lugar seguro que estaba a cargo del coronel Manuel Mier y Terán: era necesario acercarse al golfo de México, por donde esperaban recibir el auxilio de Estados Unidos, a donde había sido enviado el diputado José Manuel de Herrera como ministro plenipotenciario por el gobierno insurgente.
La seguridad del Congreso, en su marcha de Uruapan a Tehuacán, a través de territorio enemigo, solo podía garantizarla el general Morelos. Pero aquí es necesario tomar en cuenta que el coronel Izazaga y un grupo de diputados del Congreso, antes de partir a Tehuacán, proponían en fuertes y acalorados debates que a Morelos se le dieran amplias facultades para rehacer las campañas militares en las Provincias centrales y fortalecer al Ejército del Sur, y que se encargara la escolta del Congreso a los generales Nicolás Bravo y a Manuel Muñiz. También recomendaban seguir el camino hacia la costa por Coahuayutla, hasta encontrase con el general Vicente Guerrero y otros jefes que operaban en la Mixteca, mientras, justamente, Morelos emprendía las campañas en las Provincias centrales.
El coronel y diputado Izazaga proponía la marcha por la costa, pues él conocía perfectamente ese territorio, para no exponer al gobierno revolucionario a un fracaso. Pero el Congreso no tomó en cuenta su propuesta (dato tomado de Bosquejo Histórico sobre la actuación del Mariscal José María Izazaga en la Guerra de Independencia, de Francisco Buenrostro, 1964, Patronato del Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana).
El 29 de septiembre de 1815, las tres corporaciones (el Congreso, el Consejo de Gobierno y el Supremo Tribunal de Justicia de la Nación) parten de Uruapan bajo la custodia de Morelos, aunque antes se fundó una Junta Subalterna de Gobierno con facultades para ejercer su acción en las Provincias occidentales, hasta Texas, bajo las órdenes de losjefes insurgentes que en Michoacán y Guanajuato sostenían las campañas militares. Esta junta se estableció en Taretán.
Morelos envió exploradores de vanguardia para que le esperaran en Huetamo las diversas partidas comandadas por Nicolás Bravo, el cura Carbajal, Páez e Irrigaray, que se encontraban por la margen derecha del río Mezcala.
Al llegar a Huetamo, el ejército de Morelos ascendía a poco más de mil hombres, de los cuales 500 estaban armados con fusiles y otros con armas diversas, y dos pequeños cañones –en el ataque a Valladolid, Morelos contaba con veinticinco cañones y más de seis mil hombres, que fue lo máximo que comandó–. La marcha prosiguió por Cutzamala y Tlalchapa.
Por otra parte, el virrey Félix María Calleja sabía de los movimientos de Morelos y del Congreso por los informes de Juan N. Rossaín, quien había sido secretario de Morelos y que se había acogido al indulto de los realistas. Al cerciorarse Calleja que Morelos se dirigía hacia el oriente, puso en movimiento a lo mejor de sus fuerzas militares con más de tres mil hombres fuertemente armados y bien aprovisionados, al mando de los experimentados coroneles De la Concha, Armijo, Villasana y Monduy, para dar la caza a Morelos.
Morelos avanza hacia oriente y levanta campamentos falsos, enciende hogueras en distintos puntos, ordena el cruce de patrullas por diversos sitios, envía espías con información falsa y hace marchas y contramarchas para desorientar al enemigo, evitar el contacto bélico y así poder llegar a Tehuacán. Envía órdenes urgentes para que los jefes, Guerrero, Terán y Sesma, avancen asu encuentro, y lo refuercen en Atenango del Río, donde tenía planeado vadear el río Amacuzac, afluente del Mezcala.
El 2 de noviembre llegan al poblado, pero nadie los espera: los mensajeros fueron capturados por los realistas. La espera del caudillo es larga y nunca llegan los refuerzos, y advierte que los habitantes del poblado, taimados y hostiles, han ocultado las balsas que normalmente se utilizaban para vadear la corriente del río.
Ahora la actitud de los pobladores es agresiva y en contra de los insurgentes, cuando antes los apoyaron. Capturan a un poblador que es capitán realista y ordenan su fusilamiento. Con grandes trabajos, los tres poderes, su séquito y el ejército, logran cruzar el río con embarcaciones construidas por ellos, bajo una fuerte tormenta. Allí se perdieron horas de vital importancia para el avance de la columna; sin embargo, por última vez en su vida, Morelos había tenido éxito.
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Fue fusilado el extraordinario general José María Morelos