Según los planes de la conspiración de Querétaro, Allende sería el jefe principal de la rebelión integrada principalmente por criollos novohispanos. Luego de que los sucesos se tornaran diferentes a lo previsto, se mantuvo leal a la causa independentista bajo las órdenes de Hidalgo.
El 21 de enero de 1769 nació Ignacio Allende y Unzaga en la ciudad de San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende, Guanajuato). Miembro de una de las familias más prósperas de aquella población, entonces un importante centro mercantil, industrial y agrícola, abrazó la carrera militar y en octubre de 1795 fue nombrado teniente del Regimiento Provincial de Dragones de la Reina.
La situación que se vivía en Nueva España a principios del siglo XIX se tornaba complicada para las autoridades coloniales. Si bien las reformas borbónicas –implementadas por la Corona en décadas pasadas– incrementaron el auge de algunas actividades como la minería y propiciaron la reorganización de la administración pública, también agudizaron el desequilibrio social debido a la monopolización de los principales cargos del Estado y la Iglesia en manos de peninsulares.
El malestar encontró una ocasión propicia para manifestarse cuando, invadida España por las fuerzas napoleónicas en 1808, la decisión de quién ocuparía el trono quedó en manos del emperador francés. Ante ese momento coyuntural, la desazón de los criollos no se hizo esperar. Allende fue entonces uno de los principales promotores de las sociedades patrióticas clandestinas, que se oponían a tales hechos, en San Miguel, Celaya, Querétaro y Ciudad de México.
Desde 1808, Ignacio concibió un plan que consistía en levantar diferentes ciudades novohispanas en un movimiento rebelde cuyo postulado central sería jurar fidelidad al rey Fernando VII. La conspiración se fraguaba en Querétaro y se decidió que el levantamiento se llevaría a cabo en San Juan de los Lagos (hoy en Jalisco) el 1 de octubre de 1810. Sin embargo, fueron descubiertos y el cura Miguel Hidalgo tuvo que comenzar el alzamiento la madrugada del 16 de septiembre, en el pueblo de Dolores (Guanajuato). Por su parte, Allende organizó las tropas insurgents iniciales y tomó parte activa en la primera campaña independentista que se apoderó de varias ciudades de los actuales estados de Guanajuato y Michoacán.
Luego de que Hidalgo se negara a tomar Ciudad de México tras la costosa victoria de Monte de las Cruces en octubre de ese año, Allende fue comisionado para defender Guanajuato, donde combatió a los realistas antes de reunirse con el cura y sufrir juntos la derrota de Puente de Calderón en enero siguiente, tras la que decidieron dirigirse a la frontera con Estados Unidos en busca de recursos para continuar la campaña. Sin embargo, en el camino, Hidalgo, Allende y otros jefes insurgentes fueron capturados.
Juzgado por el gobierno virreinal, Allende fue fusilado el 26 de junio de 1811. Sus restos reposan en la Columna de la Independencia de la capital de México y hasta hoy es considerado uno de los principales próceres de nuestra nación.
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