La fascinación que causa el trompo entre chicos y grandes es innegable; pero, lo que pocos saben de este juguete que ha sorprendido a muchísimas generaciones de niños, es que es uno de los más antiguos de la historia, teniendo nombres y variantes estéticas en casi todas las culturas del mundo. Vienen a la mente ejemplos como perinola, spun, dreidel o snurra.
Hay vestigios físicos calculados en miles de años, hallados lo mismo en la rivera del Éufrates que en las tierras altas del Perú, así como registros literarios de las culturas griega y romana que dan cuenta de su práctica. Cada sociedad lo ha adaptado a su muy particular gusto de entretenimiento.
En México se formó la tradición de tallarlos en maderas especialmente duras y ponerles un clavo o cualquier otro metal afilado en su punta. Por años, el objetivo más común del juego en muchos rincones de la República ha sido girarlos con la ayuda de una cuerda y arrojarlo al piso, la mano, el pie, la uña o cualquier otra superficie. Entre las suertes más sorprendentes, puede alzársele del suelo y después pasarlo de una palma a otra en repetidas ocasiones, o columpiarlo en complicados nudos realizados vertiginosamente en la cuerda mientras el juguete gira.
También hay retos contra otros jugadores como atinar a un objetivo, sacar de determinada zona un trompo en movimiento sin que deje de moverse el propio, o incluso el que muchas mamás consideraban el más peligroso, aunque los niños suelen comentar lo contrario: romper el del compañero de partida. También se puede intentar mantenerlo girando mediante rápidos golpecitos en los costados, ya sea con la mano o con una pequeña vara.
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¡Échate ese trompo a la uña!