De Nueva España al Perú

El virrey Mendoza va al sur de América

Antonio Rubial García

La labor en defensa de los indios que realizó fray Bartolomé de las Casas ante la Corona tuvo sus frutos en la emisión en 1542 de las llamadas Leyes Nuevas, con las que se promovió la desaparición de las encomiendas. Con dichas disposiciones, la Corona recuperó las concesiones que habían sido otorgadas a funcionarios y eclesiásticos y redujo las encomiendas que tenían un número excesivo de pueblos; además, se amenazó con quitar ese beneficio a aquellos que maltrataran a sus indios y se limitó a una vida la existencia del derecho, por lo que, a la muerte del encomendero, sus encomendados debían pasar a la Corona.

De todas las disposiciones, esta última fue la que más disgustó a los afectados e incluso a los religiosos, pues, aunque se manifestaban en contra de los abusos del sistema en cuestión, abogaron para que no desapareciera; por esta razón, las tres órdenes mendicantes enviaron a sus provinciales a solicitar al rey que mitigara el rigor de tal legislación. Después de varios alegatos, Carlos V finalmente aceptó la continuidad de la encomienda por dos vidas, aunque a lo largo de la centuria siguieron emitiéndose leyes que la restringieron.

Conflictos y negociaciones
Al virrey Mendoza le tocó aplicar esas disposiciones y enfrentarse a la oposición que provocó la visita de Francisco Tello de Sandoval, clérigo comisionado por el emperador para ponerlas en práctica. Para ello se convocó en 1545 a una junta de obispos y frailes teólogos con el fin de discutirlas. A dicha asamblea asistieron fray Bartolomé de las Casas, nombrado obispo de Chiapas en 1543; fray Juan de Zumárraga, de México; fray Julián Garcés, de Tlaxcala, y Francisco Marroquín, de Guatemala.

Durante esa asamblea se insistió en el buen trato que debían recibir los indios y en limitar los abusos de los encomenderos, pero, salvo De las Casas, ninguno estuvo a favor de la abolición total de la encomienda, considerada un mal necesario; tampoco se opusieron a la guerra justa en el norte contra los chichimecas, pues sus ataques ponían en peligro los enclaves de la evangelización. Después de esa junta, un poco desilusionado, y ante las dificultades que encontró en su diócesis, fray Bartolomé decidió no regresar a su obispado e ir a España a continuar su lucha en la corte, consciente de que ese era el lugar donde se tomaban las decisiones.

Además de implantar las Leyes Nuevas, Tello de Sandoval traía el encargo de practicar juicios de residencia al virrey Mendoza, a los oidores y a los jueces menores, escribanos y alguaciles de la capital. En las ordenanzas que el visitador emitió para reformar los aparatos de justicia se pueden observar los desórdenes, la negligencia y las malas prácticas que se llevaban a cabo en los tribunales civiles de Nueva España. A pesar de las tensiones que se desataron entre el virrey y el visitador, ambos coincidieron en la necesidad de suspender la aplicación de los capítulos más radicales de las Leyes Nuevas hasta no informar al Consejo de Indias sobre sus inconvenientes.

Para colmo, en 1545, durante la visita de Tello, una devastadora epidemia abatió a una población sujeta a una explotación brutal y cuyo sistema inmune no pudo resistir la llegada de patógenos sumamente virulentos. La movilización forzosa o voluntaria de grandes contingentes humanos sobre el territorio, ya fuera por la guerra o por la política de congregación de pueblos, fomentó la expansión de las enfermedades importadas. Ante la catástrofe, los proyectos españoles que representaba el virrey Mendoza tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias; algunos prosperaron, pero otros fenecieron.

Para entonces, el virrey se apoyaba para muchos asuntos de gobierno en Francisco, su segundo hijo, llegado de España en 1542, luego de ser convocado por su padre, pues Íñigo, el primogénito, había escogido la milicia como vocación. La idea de Mendoza era preparar a Francisco en la carrera política para que lo sucediera en el cargo, al igual que lo había hecho su padre con su hermano mayor en el reino de Granada. De hecho, cuando el virrey sufrió un ataque de apoplejía en 1549, el cual lo imposibilitó para gobernar por varios meses, la Audiencia de México nombró a Francisco como coadjutor de su gobierno mientras su padre se recuperaba.

Virreinato peruano: el final de su carrera política
En el Consejo de Indias se habían recibido elogiosas cartas sobre la actuación Mendoza en Nueva España, pero sus enemigos también lo habían acusado de querer instalar a su hijo Francisco como heredero, con la intención de crear un reino autónomo. Ambos hechos influyeron en su nombramiento para ocupar el cargo de virrey en el Perú.

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