Desde su primera participación en los campeonatos mundiales, en Uruguay 1930, el equipo mexicano de futbol ha generado frustraciones de todo tipo entre sus aficionados. En aquella ocasión no se ganó un solo juego, pero se lograron anotar goles y nuestro portero detuvo el primer penal en este tipo de competencias.

En los mundiales de Brasil 1950 y Suiza 1954 los botines de Horacio Casarín y los guantes de Antonio la Tota Carbajal ilusionaron con una participación digna a la afición. Lo cierto es que no se ganó otra vez un solo juego y las eliminatorias regionales demostraron que el nivel de estadounidenses, canadienses y centroamericanos inflaron sobremanera a nuestro equipo, incapaz de competir ante el futbol del resto del mundo.

En Suecia 1958 se obtuvo el primer empate contra Gales y para Chile 1962 la ansiada victoria ante Checoslovaquia. La eterna promesa de llegar no solo a jugar sino a competir pareció alcanzable. La liga mexicana creció con pasión y en Inglaterra 1966, de la mano de los medios de comunicación, los jugadores se volvieron estrellas nacionales. Pero ni Salvador Chava Reyes o Enrique Borja llevaron al triunfo a México.

1970: primer mundial en casa. Parecía el momento perfecto para reivindicarse con los suyos. Estadios nuevos, gradas a favor, transmisión por televisión. Por fin una participación digna. Se logró pasar de la fase de grupos y la derrota fue ante una siempre poderosa Italia.

De Alemania 1974, Argentina 1978 y España 1982 mejor ni hablar. De los tres mundiales, en uno no ganó ni un punto y en los otros dos ni siquiera participó por fracasar en la potentísima eliminatoria regional. 1986: de nuevo en casa. Borrón y cuenta nueva. Por esta selección hay quien pone las manos al fuego. Y cómo no. Hombre por hombre muy buenos, hasta un doble “pichichi” llamado Hugo Sánchez. Primer lugar de grupo, primera victoria en eliminación directa y caída hasta los penales contra Alemania, iniciando así una aversión a esos tiros de castigo.

De Italia 1990 fue excluida por tramposa. Cambiar las edades de los futbolistas en los pasaportes fue muy mal visto. De Estados Unidos 1994 a Rusia 2018 en gustos se rompen géneros. Cada generación tuvo un ídolo que por diversas razones fue incapaz de liderar hasta la victoria. De a poco volvimos constantes grandes frases del fracaso como “jugamos como nunca, pero perdimos como siempre”. Sin embargo, cuanto menos se esperó de una selección, mejor jugó. ¿Y en Qatar 2022?

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