El derecho a elegir ser madre en 1922
Es 1922 y un fantasma recorre la ciudad de Mérida: la idea de que la mujer puede elegir ser o no madre. Un folleto de la enfermera estadounidense Margarita Sanger, activista en favor del control de la natalidad, ha desatado el debate, el escándalo y que muchos se persignen al ver que se está repartiendo afuera de las oficinas del Registro Civil y las escuelas de la capital yucateca. En el impreso se explican métodos para evitar la concepción y limitar el crecimiento de la familia, lo que hace levantar el grito al cielo a numerosos sectores de la sociedad mexicana que perciben en ello un atentado a la moral.
En Yucatán gobierna un régimen de carácter socialista encabezado por Felipe Carrillo Puerto. Son tiempos de cambios profundos que se reflejan en políticas de reparto agrario, apoyo al desarrollo de los indígenas y obreros, impulso a la educación, combate al dogmatismo religioso e incorporación de la mujer a la vida política y social con la creación de ligas feministas.
Poco antes de ese 1922, Elvia Carrillo Puerto –hermana de Felipe e impulsora del primer Congreso Feminista de 1916– había organizado una visita a Yucatán de Anne Kennedy, de la Liga Estadounidense de Control de la Natalidad –fundada por Sanger–, a fin de establecer algunas clínicas con ese objetivo en la entidad. La idea, respaldada por el gobierno, era fomentar una mayor participación de la mujer en la escena pública, y para ello era necesario ofrecer opciones de planificación familiar.
Pero la difusión del folleto de Sanger, en el que señalaba que “mientras la mujer no obtenga el derecho de regular su fertilidad no podrá emanciparse”, causó escozor en muchas conciencias y desató una virulenta campaña en su contra en la prensa de la capital mexicana, principalmente en el Excélsior que, para contrarrestar tales ideas, propuso la celebración del Día de la Madre cada 10 de mayo, como ya ocurría en Estados Unidos el segundo domingo de ese mes.
El diario sugería dedicar ese día a “enaltecer a la madre, a hacer un monumento de amor y de ternura a la que nos dio el ser”, al tiempo que condenaba la campaña “suicida y criminal” contra la maternidad que se impulsaba desde Yucatán, la cual denigraba “la más alta función de la mujer que no solo consiste en dar a luz, sino en educar a los hijos que forma su carne”.
De acuerdo con la investigadora Marta Acevedo, la campaña del Excélsior tuvo eco entre diversos sectores de la sociedad y su resonancia alcanzó incluso al gobierno federal por medio del secretario de Educación Pública, José Vasconcelos. El periódico se jactó de tener la ayuda “moral y efectiva” de dicho funcionario para que el 10 de mayo la niñez de las escuelas públicas del país “rinda su homenaje a las santas y abnegadas mujeres que han contribuido a la prolongación de la familia mexicana”.
Otra institución que apoyó la celebración del Día de la Madre fue la Iglesia católica. El arzobispo de México, José Mora y del Río, envió una carta a Rafael Alducin, director del Excélsior, para aprobar la propuesta que contribuía al cumplimiento del cuarto mandamiento, relativo a honrar a los padres, en esos “tiempos de disolución social en que vivimos y en que las doctrinas subversivas intentan trastornar el orden establecido por Dios y por la naturaleza […] muy oportuno es laborar por consolidar las bases del edificio social, comenzando por la familia, que está considerada por las sociedades cristianas como célula de las naciones”.
El Excélsior también consiguió el respaldo de salas de cine y teatros, de instituciones de beneficencia como las Damas de la Cruz Roja, así como de la Cámara de Comercio de México. De esta forma, gobierno, escuelas, clero, medios de comunicación, industria del espectáculo, grupos sociales y empresarios se unieron para celebrar a lo grande el primer Día de la Madre en la capital del país, con hijos y familiares llevando a sus progenitoras flores y regalos, a comer o cenar a algún restaurante, o a presenciar alguna zarzuela o película que exaltara el amor filial.
Fue tal el éxito de la campaña y de esa primera festividad que pronto se convirtió en una costumbre popular que se extendió por toda la República y que hasta la fecha se celebra cada año. El movimiento feminista que rechazaba el rol de la mujer enfocado exclusivamente a la maternidad y al hogar había perdido una importante batalla; sin embargo, seguiría en la lucha y años más tarde renacería con más fuerza para exigir lo mismo que aquellas mujeres de 1922: el derecho a elegir ser o no madre, así como mayor participación en la vida pública y social de México.
La breve "El origen del 10 de mayo" del autor Ricardo Cruz García se publicó en Relatos e Historias en México número 129. Cómprala aquí.
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